Los juristas del horror. La justicia de Hitler: el pasado que Alemania no puede dejar atrás.
Escrito por Ingo Müller doctor en Derecho y Filosofía, y ha sido profesor de Derecho legal y penal en las universidades de Oldenburg y Bremen en Alemania. La obra fue editada por vez primera en 1987. La traducción es de Carlos Armando Figueredo.
Se trata de un crudo y descarnado acto de mea culpa que hace un profesional del Derecho sobre la justicia alemana en los años del nazismo. Y sorprende la enorme sinceridad y honradez ética con la que el profesor Müller, nacido en 1942, desnuda las intrigas y los manejos de los que se valió el régimen de Hitler para perpetrar sus crímenes.
Una terrible conclusión que se saca del libro sostiene que los atropellos, las prisiones, las torturas y aún el exterminio en masa se hicieron de manera legal y apegada a la norma. Las leyes de Alemania y del Reich fueron modificadas de acuerdo a todos los preceptos de justicia de ! entonces , por lo que, para los tribunales germanos, nadie cometía un delito al perseguir y eliminar sistemáticamente a los judíos.
Más sorprendente aún es descubrir que muchos de estos juristas que trabajaron para los nazis, intelectuales y académicos por cierto, lograron reinsertarse al sistema judicial alemán una vez acabada la guerra. Nunca fueron acusados o siquiera señalados. El libro presenta sin rubor la manera como un país enfermo en su moral puede desfigurar la justicia y ponerla al servicio de intereses políticos.
Casi siete millones de seres sufrieron el martirio del holocausto y para ello los nazis se sirvieron de tribunales y leyes dispuestas a complacer la sed de poder de un loco. No existía en esos años fuerza humana que se pudiera enfrentar al avasallante designio del Führer.
Como una radiografía de cualquier proceso totalitario, el libro menciona los pasos que un régimen da para poner todo el ordenamiento jurídico al servicio de su causa. Prim! ero el Reichstag, suerte de Asamblea Nacional, que terminó siendo la sede de un teatro de marionetas, después las cortes y los tribunales obedeciendo ciegamente las órdenes, y finalmente, el aparato de represión respondiendo con prontitud a los mandatos emanados legalmente de las instituciones.
Los juristas del horror es un texto espeluznante que no sólo describe sucesos que acontecieron hace décadas, sino que se convierte en una profecía de hasta dónde pueden llegar las autocracias en su afán de conculcar las libertades y los derechos. Quizá especialmente sentida sea la confesión de Müller sobre la poca participación de los intelectuales y los juristas ante los actos bárbaros que sucedían. Muy pocos se opusieron. Parecía que existía una creencia de que aquello sería pasajero y que no habría necesidad de enfrentarlo. O tal vez el miedo terminó por silenciarlos y ponerlos de rodilla ante la brutalidad y el salvajismo.
PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
Por Eduar! do Casanova
¿Qué pasa cuando la justicia deja de ser independiente y se hace política? ¿Qué ocurre cuando la justicia se pliega a los amos del poder en un país? En el caso de la Alemania nazi, lo que pasó fue inenarrable: No menos de seis o siete millones de ciudadanos, hombres, mujeres y niños, asesinados en un santiamén. Millones de desplazados, de muertos por hambre y enfermedades. Centenares de miles de ciudadanos perseguidos y martirizados. Miles de personas inocentes privadas de sus derechos más elementales. Centenares de miles de seres humanos condenados por jueces y fiscales que actuaban, aparentemente, bajo el imperio de la Ley.
A partir de 1933, es decir, desde que el Partido Nacionalsocialista llegó al poder, el ser opositor, o hasta el no ser nacionalsocialista, se convirtió en un crimen penado por jueces y fiscales. Luego del asalto al poder de los nazis, las cifras de presos políticos se multiplicaron varias veces. Y cuando Alemania se vio envuel! ta en la guerra que, para bien de la humanidad, acabó con el régimen hitleriano, se vieron casos que parecen haber salido de la imaginación del más exagerado de los novelistas. Soldados que por haber dicho que la guerra iba mal fueron fusilados, o que, por haber saciado su hambre con manjares destinados a los jerarcas nazis, fueron ahorcados. Desde luego, los que peor la pasaron fueron los judíos, convertidos por iniciativa de uno de los grandes «juristas» del nacionalsocialismo, Carl Schmitt, en «el enemigo» por antonomasia de aquella Alemania que, después de haber dado a Bach, a Goethe, a Beethoven y a centenares de hombres que llegaron a ser el orgullo de la humanidad, se rebajó a ser la patria de Goering, Goebbels, Rosenberg, Himmler y otros monstruos, dirigidos todos por un cabo fracasado, fanático, desequilibrado, demagogo, populista y carismático, llamado Adolf Hitler, que ni siquiera era alemán sino austriaco.
¿Cómo se llegó a ese extremo en materia jurídica? ¿Cómo p! udo un pa ís tan avanzado caer en manos de «juristas» que justificaban todos los crímenes de los nazis en nombre del «honor» alemán y de la «grandeza» alemana?
Ingo Müller, auténtico jurista, estudioso del derecho y de la historia de Alemania, narra con la precisión de un cirujano todo el proceso que llevó a la «justicia» alemana a convertirse en una aberración, proceso que en realidad no se inició con los nazis, sino que venía de los tiempos del Imperio y que, por desgracia, no cesó con la caída del Tercer Reich, sino que se prolongó en el tiempo y permitió que aquellos «horrendos juristas» siguieran dañando a Alemania y no recibieran el castigo que merecían.
Müller narra infinidad de casos en los que puede verse y palparse lo que vivió Alemania en manos de «juristas» politizados, convencidos con fanatismo y mentes primitivas de que en un proceso revolucionario, como lo fue el proceso nacionalsocialista alemán, la justicia estaba obligada a someterse a la voluntad d! el caudillo (en ese caso de Adolf Hitler), porque el caudillo (el Führer) está por encima del bien y del mal. La abyección de los jueces politizados y fanatizados llegó a tal extremo que uno de ellos, uno de los más importantes, manifestó públicamente lo siguiente: «El trabajo del juez no debería (ser) restringido por (…) por principios de seguridad jurídica formalista y abstracta, lo que es más, (los jueces) deberían hallar líneas claras y, cada vez que fuese necesario, sus límites, a través de las opiniones jurídicas del pueblo que han encontrado su expresión en la ley y que han sido incorporadas por el Führer.» ¡El Führer, un desequilibrado, ignorante y fanático, enemigo a muerte de los abogados y de la justicia, debía ser, según el «jurista» nazi, el orientador de los jueces! Los resultados de ese primitivismo fueron, entre otros, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial: Millones de muertos inocentes, millones de seres desplazados y condenados a vivir un infierno en la ti! erra.
Pero hay mucho más. En especial interesa lo que se resume en el siguiente planteamiento del autor: «La prontitud de los tribunales en plegarse a los deseos de sus dueños políticos no se limitaba a los casos penales ni a las discriminatorias Leyes Raciales. En todas las áreas del derecho y en toda clase de tribunales, los opositores genuinos o supuestos del régimen eran privados de sus derechos legales». He allí lo que todo pueblo debe sufrir cuando un régimen autoritario o totalitario copa todos los espacios y obliga a todos los poderes a humillarse ante el Ejecutivo. El humillado, finalmente, es el pueblo en pleno, que se ve privado de sus más elementales derechos, especialmente de su derecho a la justicia. Eso lo pagó bien caro el pueblo alemán, pero más caro lo pagó, en uno de los capítulos más negros y terribles de la historia universal, el pueblo judío. Y también otras colectividades consideradas «inferiores» por los bárbaros nazis, enemigos de la libertad.
Los Juristas del Horror, de Ingo Müller, es un libro que todo ser humano debería leer con cuidado y atención, para evitar que la perversión de la justicia se repita. Que nunca más la justicia se politice y se coloque en situación de servilismo frente a un Poder Ejecutivo intransigente y antidemocrático. No hay justificación alguna para que en nombre de una revolución se le haga tanto daño a pueblo alguno.