El elemento central alrededor del cual giran casi todos los pleitos es la creencia o incredulidad del juez de primera instancia, o del jurado, respecto de las afirmaciones hechas bajo juramento por algunas de las personas que deponen como testigos; la formación de esa creencia o incredulidad constituye la dificultad primaria para decir la mayoría de los pleitos; y nadie puede convertir en reglas o generalizaciones los medios utilizables para formar correctamente esa creencia o incredulidad.
Muchas sentencias dictadas por jueces en casos en que no interviene un jurado son igualmente impenetrables: en muchas jurisdicciones en que los jueces no están obligados a dar y publicar los -fundamentos de hecho- los jueces dictan sentencias lacónicas sin explicación alguna; ellas se asemejan a los veredictos generales. Lo que en tales casos piensa realmente el juez no puede ser descubierto. Su fundamento es, pues, solamente un fundamento supuesto. En esos casos el tribunal superior, si hay apelación y lo permite la prueba acumulada en el expediente, confirmará la decisión suponiendo (sin prueba) que el tribunal inferior se apoyó en fundamentos de hecho no expresados -sobre la base de una creencia en alguna parte del testimonio que sirve de sostén al supuesto fundamento- que justifican la decisión de conformidad a una norma jurídica apropiada. El supuesto fundamento puede, en consecuencia , ser el mito de los mitos.