Parece que la tragedia fuera un asunto desfasado en la actualidad. Su profundidad ontológica y su elevada seriedad irritan a la sensibilidad posmoderna, y su tono demasiado solemne —propio de la más aristocrática de las formas artísticas— se presenta embebido de sacrificio, falso heroísmo y una nobleza de espíritu muy masculina. Pero si cierto posmodernismo es demasiado superficial para el género trágico, cierto posestructuralismo lo toma demasiado en serio. Para la izquierda, por su parte, la tragedia exhibe un aura desagradable de dioses, mitos y cultos cruentos, de culpa metafísica y destino inexorable.
El presente libro no es un trabajo histórico sobre la tragedia, sino que aspira más bien a ser un estudio político. Parte de la convicción de que un materialismo genuino, opuesto tanto al relativismo historicista como al idealismo, ha de estar también atento a aquellos aspectos de la existencia que constituyen estructuras permanentes del ser genérico del hombre, entre las que se cuenta la realidad del sufrimiento.
La lectura política que de la idea de lo trágico propone Terry Eagleton busca iluminar la aflicción y la desesperación, el abatimiento y la desdicha del hombre contemporáneo en la era del capitalismo tardío. Pues hay ideas teológicas que pueden ser políticamente valiosas. Como afirma el propio autor: «Aunque no sea exactamente un discurso metafísico, teológico o fundacional lo que la izquierda necesita, sería provechoso ampliar sus perspectivas teoréticas y extender el circuito estrecho y repetitivo de las preocupaciones que suelen absorberla. No deberían abandonarse esas preocupaciones, sino ahondar en su resonancia». Tal es la contribución que se intenta aquí, continuando la exploración, iniciada por el autor, de la «ideología de lo estético».