«Tal como uno de esos pálidos ángeles de mármol que se emplazan sobre los sepulcros, como un pálido mensajero sobre las ruinas del fin de una época, Georg Trakl se alza como el testigo —testigo, partícipe y víctima— de la imposibilidad de nuestro tiempo: encarnar el alma en el mundo.
Trakl miró la vida y vio la muerte, por eso escribió, para vivir. Para dejarnos lo que fue esa vida: su obra.
Hace años, decenios, que convivo con ella, que me dejo herir por la belleza de la poesía de Trakl. De esa convivencia —vivencia con lo fascinante y lo terrible, la belleza y la revelación de su poesía— surgieron estas páginas.
Este libro, sinceramente, ni explica ni sabe: cuenta. Dice mi hablar de Trakl hablando con Trakl. Narra lo que me pasó, me pasa, encontrándome una y otra vez con él. Dice qué pasó entre mi escucharlo y su decirme, lo que me dio a sentir y lo que me hizo pensar. Ese entre es este libro, desde ese entre nació. Este libro y mi gratitud por la lacerante belleza que Trakl nos dejó» (Hugo Mujica).