El ser humano se encuentra confrontado a lo largo de toda su vida al aprendizaje del lenguaje y de las lenguas. Esta aventura tan importante y que nos hace únicos por nuestra capacidad de comunicarnos verbalmente, comienza antes incluso de nacer al familiarizarnos desde el vientre de nuestra madre con su voz y su forma de hablar. La llamada lengua materna es la que adquirimos en los primeros años de nuestra vida y la que nos marcará lingüísticamente de modo más profundo. Esta primera lengua nos determina inevitablemente e influye en la adquisición de lenguas posteriores.
Si bien son hechos demostrados lingüísticamente que los bilingües perfectos en los que conviven dos lenguas maternas al mismo nivel son casos raros, ya que siempre hay una lengua más fuerte que otra y ésta puede cambiar según el contexto lingüístico en el que nos encontremos, y que el aprendizaje se realiza de forma más natural en edades tempranas, la relación que existe entre el aprendizaje de una segunda lengua y el factor de la edad es una cuestión compleja de responder.
A raíz de nuestra dilatada experiencia docente en el Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada, venimos interesándonos por la motivación y las características del aprendizaje en los estudiantes adultos mayores y maduros. Consideramos, como grupo de investigación, necesario plasmar aquí nuestra experiencia y contribuir a mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje en este campo.
Es una evidencia la falta de material y actividades elaboradas específi¬camente para la enseñanza de la lengua extranjera a esta población mayor. En este sentido, es como si se hubiera generalizado la creencia de la superioridad de niños y jóvenes a la hora de aprender un idioma extranjero; teoría defendida por el profesor Lenneberg (1967) quien afirmaba que «tras los catorce años es imposible aprender un idioma». Sin embargo, no hay evidencia probada que lo demuestre y, hoy en día, comienza a reconocerse el peso del factor edad en el proceso de aprendizaje de lenguas extranjeras como un elemento positivo.
A la pregunta de que cuándo hay que empezar el aprendizaje de una lengua extranjera, los expertos establecen un «periodo crítico» para la adquisición de una segunda lengua. Esta hipótesis, conocida como la HPC, sostiene, entre otras premisas, que a partir de la pubertad el discente no posee ya las condiciones innatas para igualar los niveles de competencia de un locutor nativo, sobre todo en materia de fonética y de entonación.
Una razón biológica respalda esta afirmación de la HPC: la maleabilidad y permeabilidad del cerebro humano en edades tempranas para aprender cualquier lengua humana. De este modo, el niño posee una gramática innata, también llamada por los especialistas gramática universal (GU), que va impregnándose de la forma de la gramática de la lengua a la que estamos expuestos y permite adquirir los mecanismos de esa lengua de modo intuitivo y por medios naturales. Esta capacidad lingüística o GU se reduce con la edad, pero de ahí a determinar que la GU no interviene en los procesos de aprendizaje de lenguas en los adultos y mayores, es algo aventurado. No existen pruebas concluyentes que indiquen que las personas que aprenden las lenguas a una edad avanzada no dispongan de esta capacidad que, según los lingüistas chomskianos, derivaría de la GU y, por tanto, que su aprendizaje en este terreno se base exclusivamente en procesos no intuitivos. No obstante afirmaciones de este calibre han contribuido a crear el tópico de que idiomas y edad son elementos incompatibles.
Que duda cabe que el aprendizaje a edades más avanzadas viene acompañado de características compensatorias para el que lo emprende (Berndt 2000). Ya de entrada supone para estos discentes aprovechar las oportunidades que desperdiciaron, igualmente la posibilidad de conocer a nueva gente o de reanudar relaciones sociales. Esta población, cada vez más longeva y con mayor calidad de vida, retoma o inicia estudios como un inmejorable estímulo para sus capacidades intelectuales, proceso en el que el aprendizaje de las lenguas extranjeras contribuye de modo particularmente eficaz.
Esta fuerte motivación de las personas mayores contrasta con el árido enfoque de la HPC: las capacidades se deterioran progresivamente con el tiempo, en ámbitos como la realización de tareas circunscritas a un tiempo limitado, la capacidad de arriesgar, los mecanismos de memorización a largo y medio plazo o la capacidad de recordar detalles. A ello debemos añadir a veces la dificultad de audición. En lengua materna esta dificultad se ve paliada por la posibilidad de prever o de interpretar lo que se ha dicho a partir de las palabras pronunciadas; sin embargo, en una lengua extranjera, el/la estudiante se encuentra más desasistido dado que el vocabulario o los conocimientos culturales son más limitados.
En comparación con los estudiantes precoces, los alumnos mayores presentan junto a esta fuerte motivación, las siguientes ventajas (Bialystok y Hakuta, 1999) derivadas de su amplia experiencia, y que bien gestionadas en el aprendizaje facilitan el acceso con éxito a un nuevo idioma y al conocimiento en general:
Capacidad de utilizar en la nueva lengua los conceptos del mundo y las ideas que ya poseen en su lengua materna. Ello facilita los procesos de aprendizaje del vocabulario (Ausbel, 1964) y de las asociaciones semánticas. El estudiante de corta edad debe consolidar a la vez que aprende la terminología los conceptos, tanto en su lengua materna como en una lengua extranjera.
Capacidad para entablar una conversación y desarrollar las competencias discursivas de una lengua.
Capacidad de gestionar y desarrollar con éxito los procesos y estrategias de aprendizaje, tales como la toma de notas, la utilización de materiales didácticos, la síntesis, etc.
El interés reside, pues, en conjugar el componente intuitivo y el analítico de cara a estos estudiantes altamente capacitados para el aprendizaje, afirmando que nunca es tarde para comenzar o reanudar el estudio de una lengua extranjera a condición de que el contexto y el apoyo que se les brinde sea el adecuado.
La enseñanza de las lenguas puede darse en cualquier edad o estadio de la vida dentro de un sistema coherente que tenga en cuenta los estudiantes, los docentes, los programas y los contextos sociolingüísticos.
Nuestra experiencia en el Aula de Formación Abierta de la Universidad de Granada demuestra que los estudiantes mayores llegan a alcanzar, si así se lo proponen, niveles muy avanzados en el dominio y expresión de una segunda lengua. En cualquier caso, y aunque no siempre se marquen ellos mismos objetivos tan altos, la enseñanza de un segundo idioma les permite entrar en el mundo multilingüe y de la comunicación con otros europeos.
Es más, damos fe de los magníficos resultados que estos estudiantes alcanzan sobre todo en gramática y traducción. En efecto, hemos constatado que resulta relativamente fácil reactivar los conocimientos que estas personas adquirieron durante sus años de formación, en los que la mayoría estudiaban ya un idioma extranjero. De ahí que recuerden con facilidad las reglas que aprendieron en la escuela o en el bachillerato y que resurgen casi intactas al cabo de los años aflorando con la nitidez propia de los recuerdos.
El alumnado mayor y experimentado que hoy por hoy tenemos en nuestras aulas posee una sólida base gramatical tanto en castellano como en el idioma que han estudiado en su juventud. El tipo de enseñanza recibida favorecía un método en que el idioma se basaba por lo general en un estudio escrito y teórico de la lengua.
En nuestro mundo globalizado, aprender idiomas es y será un elemento esencial de integración y de cultura, que debe realizarse intentando encontrar el equilibrio entre los dos polos que ha oscilado la enseñanza de idiomas en el siglo XX ?el enfoque tradicional y el método puramente oral? siendo conscientes de que un idioma sirve para comunicarse con él. Así pues, con nuestro manual para estudiantes adultos mayores no sólo pretendemos cubrir las primeras necesidades lingüísticas de estos aprendices sino también ofrecer una respuesta didáctica a esta enseñanza.
De este modo, los grandes cambios producidos en conceptos básicos relativos a la lingüística aplicada, la metodología en la enseñanza de idiomas, la comunicación, etc., nos incitan a reunir y coordinar nuestra experiencia, como grupo de profesores investigadores de segunda lengua extranjera del Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad de Granada, en estos cuadernos plurilingües que presentamos simultáneamente en inglés y en francés para nivel inicial. Recogemos este reto docente siendo conscientes de que la Universidad es centro de conocimiento y que el conocimiento no sólo no tiene límite aunque si ocupa lugar, sino que tampoco tiene edad.