El estudio y la recuperación de los relatos de viajeros, o de la literatura de viajes, han experimentado en los últimos años un crecimiento espectacular. De ser considerado un tipo de literatura marginal -salvo en contadas ocasiones- se ha convertido en un subgénero literario que no sólo ocupa un lugar destacado en los catálogos de los editores y en las estanterías de los libreros, sino que es presencia constante en las páginas literarias de periódicos y revistas.
Por su carácter a menudo transnacional, el relato de viajes conlleva un proceso intrínseco de traducción por parte de su autor, que se enfrenta a unos usos culturales y lingüísticos que no le son propios -ni tampoco a sus lectores- y debe tomar decisiones dentro del amplio abanico que va desde el respeto a la realidad hasta su adaptación al contexto de llegada.
Planteadas así las cosas, se entiende que la propia traducción del libro de viaje, presentada como una segunda -o doble- traducción, encierra una problemática especial. De ahí el interés de este volumen, que reúne variadas contribuciones bajo el título Literatura de viajes y traducción.
Aun cuando en la estructura de la obra los textos aparecen por el orden alfabético de sus autores, los distintos capítulos responden a planteamientos, puntos de vista y metodologías diversas que es de rigor poner aquí de manifiesto.
En un plano general, Cristina G. de Uriarte pone de manifiesto -como comentaba más arriba- las actitudes e implicaciones del autor cuando escribe un relato de viaje, matizando, modificando, «traduciendo», a fin de cuentas, una realidad que nunca resulta fielmente plasmada. Esa realidad que, en tantas ocasiones, resulta mitificada por la historia, por la tradición, convirtiéndose en un topos, como el «viaje a Italia», con sus resistencias a la manipulación y a la traducción (Belén Hernández). Por su parte, Elena Baynat insiste en las dificultades de la traducción del relato de viajes, ejemplificándolas en las versiones del célebre viaje de A. Dumas a España.