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Nuevos Mundos, Nuevas Palabras. La literatura de Viajes

ISBN: 9788498362404

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Hay existencias

Peso 327 g
Fecha de Edición 24/09/2007
Plazo de entrega

24 h

Número de Edición

1

Idioma

Español

Formato

Libro

Páginas

146

Lugar de edición

GRANADA

Encuadernación

Rústica

Colección

OBRAS GENERALES COMARES

Editorial

COMARES, EDITORIAL

EAN

978-84-9836-240-4

Nuevos Mundos Nuevas Palabras La literatura de Viajes

Ulises, Perseo, Edipo, Ícaro, Don Quijote y muchos otros personajes míticos, legendarios, literarios, o reales, han llenado páginas y páginas a lo largo de los siglos, constituyendo el viaje iniciático la clave de su personalidad. La historia literaria puede alardear de disponer de un sinfín de autores que han considerado el viaje como un fin en sí mismo que, al permitirles distanciarse temporal y espacialmente en sus narrativas, les ofrece un horizonte exótico desde donde redefinir la monótona realidad.
Remontémonos a la civilización griega, para la cual la representación de la tierra era discal, y central, rodeada por el río Océano (Homero), o bien esférica (Aristóteles): los viajes se concibieron, a partir de ese momento, como circunnavegación. En la Edad Media, el cuestionamiento creciente sobre la teoría aristotélica de la redondez de la esfera terrestre, y sobre todo la hipótesis heliocéntrica copernicana preconizará el viaje circular, y el horizonte jugará por primera vez su papel de línea imaginaria o ideal. En el momento en que nave¬gadores como Magallanes se atrevieron a atravesar la línea fatídica del Ecuador, el sistema simbólico del viaje empezó a redefinirse como viaje de iniciación, un viaje en pro de aventuras, descubrimientos, periplos, en pro de un mundo diferente del ya conocido. Los viajes de Cristóbal Colón despertaron la imaginación de sus contemporáneos y la atracción por el oro y la aventura llevaron a muchos otros, como Américo Vespucio, Ponce de León, Núñez de Balboa, Her¬nán Cortés, o Pizarro, a seguir sus pasos.
El carácter iniciático de los viajes se hizo, sin embargo, cada vez más intimista, el viaje geográfico más subjetivo, identificándose a la locura, el viaje real se volvió imaginario? D. Quijote se dejó influenciar por las novelas de caballería y sus andanzas por tierras castellanas fueron, cuanto menos, sonadas. Orgullo nacional aparte, el viaje en la ficción se impregnó de realidad desde la entrada en contacto con el nuevo mundo. Una alegoría de finales del siglo XVI no dudará, sin embargo, en representar el nuevo mundo bajo los trazos de una princesa desnuda, sorprendida en el sueño de su inocencia y de su carácter salvaje por el descubridor que le daría su nombre, Amerigo Vespucci, conocido en España, como hemos señalado más arriba, como Américo Vespucio 1. Nuevos mundos, nuevas realidades, nuevas palabras?
Tres siglos después, extrapolando en el espacio y en el tiempo las posibilidades que la ciencia y la técnica de su época ofrecían, Julio Verne brindó a los lectores de su obra unos escenarios que confundían viaje, ciencia ficción y realismo. La necesidad y la voluntad de dominar el espacio podrían ser el origen de todos esos Viajes Extraordinarios que le aportaron el éxito.
Acercándonos más en el tiempo, el Romanticismo supo desarrollar con creces un género que en la mayoría de los casos, suponía una invitación al exotismo y por ende conllevaba que viaje imaginario se identificara con viaje real. En ese sentido un país como España, lugar de peregrinación obligada a lo largo del siglo XIX, puede jactarse de ser el punto de mira de autores tan diversos como Stendhal, Théophile Gautier, Victor Hugo, Alexandre Dumas, George Sand? que, no sin caer en ciertos tópicos, contribuyeron a recrear en el imaginario de sus lectores el mito de una España de violencia y de pasión, de sangre y arena, de luces y sombras. Luis Cernuda también supo cantar desde la lejanía del exilio su anhelado deseo de volver a «estar solo en el sur» 2; o ya más adentrados en el siglo XX, cómo olvidar a autores de la talla de Camilo José Cela con su Viaje al país de los lagos, o Campos de Níjar y Almería de Juan Goytisolo, en los que el género de viaje coincide con la experiencia vivida.
Por limitarnos a un ámbito como el francófono, la contemporaneidad nos ofrece ejemplos como el conocido caso de Le Clézio que continúa haciéndonos soñar con la soledad del desierto como única forma de comunión con Ourania que ha dado título a su última novela; o como Marie Darrieussecq que en Le Pays, cuenta cómo su identidad tan sólo es encontrada tras un viaje o flashback hacia su sur natal. Las aventuras de Tintin (Objectif lune et On a marché sur la lune) presagiaban con quince años de antelación un viaje hasta entonces considerado imposible: la historia demostró que la exploración imaginaria de la luna hizo de Aldrin, Armstrong y Tintin un único aventurero. Así, mientras que el viaje decimonónico era sinónimo de evasión, exotismo o búsqueda de la alteridad, el siglo XX parece sin embargo teñirse de intimidad. Se viaja ahora con un deseo de identificación con el lugar, intentando sellar una alianza entre el yo y su ubicación, entre el cuerpo y el espacio, entre la anatomía y la geografia. Se crean así, afinidades, alianzas, correspondencias que el yo no habría podido establecer por sí solo.
Norte, Sur, Este, Oeste? los puntos cardinales constituyen más que simples puntos de dirección para la humanidad. «Perdre son nord», «Perder o norte», «Sem norte», «perder el norte», «estar desnortado»? son algunos ejemplos de cómo la lengua se ha hecho eco igualmente del papel que tienen los viajes para el ser humano ¿Qué sería del hombre sin esa contínua proyección hacia lugares lejanos? ¿Que sería del mortal sin ese espacio idealizado hacia el que aboca cualquier trayecto imaginario? La vida empieza al este, oriente de la luz renaciente y victoriosa; se dirige al norte, país frío y oscuro, país de la guerra y de la muerte; tiende al sur, país caluroso y luminoso, declina, por último, hacia el oeste, país del misterio y del declive. El viaje supone por consiguiente, un atisbo de esperanza frente al poder entrópico del tiempo. En tanto en cuanto consideremos el género de la literatura de viaje como proyección del ser en el espacio, podemos concluir con Bachelard diciendo que la función del «espacio poético» y por ende de las geografías señaladas en el género que nos ocupa, es sobre todo la de «destemporalizar» el tiempo. El espacio del horizonte es definido así como un «tiempo comprimido» 3, como una reserva infinita de eternidad contra el tiempo que fluye sin cesar.
El presente volumen nos invita a un viaje múltiple en el que las coordenadas espacio-temporales se verán delimitadas por la época de creación de las obras analizadas. Se invita a los lectores a dejarse llevar hasta el pasado en un periplo que los conducirá desde la Edad Media hasta el siglo XXI. Philippe Walter nos hace partícipes de sus amplios conocimientos en literatura medieval con un pertinente análisis del gran periplo de Alejandro Magno, cuya vida de gran conquistador constituyó una de las más preciadas leyendas de la antiguedad de la que se inspiraron los primeros textos de expresión novelesca del siglo XII. El profesor José Abad Baena reflexiona sobre el viajero pragmático que fue Maquiavelo, lo que le llevó a encontrar en sus viajes a Francia y Alemania la definición de su orientación política: sus ideas germinarían en obras mayores como Il Principe, Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, L?arte della guerra? Mónica García Aguilar nos invita a navegar más allá de las columnas de Hércules con los viajes épico-caballerescos de la poesía italiana del descubrimiento, haciendo especial hincapié en Il Mondo Nuovo de Tommaso Stigliani, por su capacidad de conjugar la perspectiva histórica y la literaria fantástica, conformando así la «máquina sobrenatural» de todo poema épico. Mª Eugenia Fernández Fraile nos traslada a finales del siglo XVII para informarnos sobre la Relation du voyage d?Espagne de Mme d?Aulnoy, centrando su análisis en el relato de viajes como género, en la mujer y el género epistolar, y por último, en la visión del otro. El siglo XIX es descrito por Mª Elena de la Viña en relación a un acertado compendio del universo de la literatura de viajes tal y como se detallaba en los manuales de enseñanza de francés de la época, analizando los autores y las obras de mayor difusión así como la tipología de las secuencias elegidas. El siglo XX se tiñe de inconsciente y surrealismo con un análisis de la capital francesa como geografía evasiva: el deambular parisino fluye entre las líneas bretonianas como un viaje interior en el que el narrador/lector descubre nuevos símbolos, nuevas analogías, guiado por el deseo intelectual por Nadja. Este estudio de Mercedes Montoro Araque precede el último capítulo del volumen, que viene de la mano de Rafael Ruiz Álvarez, en cuya problemática se confunden viaje geográfico y autobiografía erótica, desplazamiento físico y anímico bajo la pluma de un autor contemporáneo magrebí preso de su identidad, «Nedjma».
Las apreciaciones críticas sobre la literatura de viajes que forman parte de este volumen subrayan el impacto que tales narrativas ejercen sobre la experiencia literaria del lector. El género de viajes parece contener el germen de intertextualidad al que el lector puede añadir sus propias vivencias: ¿cómo evitar que éste divague por los horizontes lejanos recreados por el autor añadiendo su universo personal? Algunos autores nos han invitado al viaje real, al viaje imaginario, al viaje inconsciente, surreal, sensual, al viaje femenino? incluso otros, ¿por qué no?, al viaje culinario. Concluiremos, con nuestro querido Federico García Lorca quien, en su conferencia sobre «las nanas infantiles» amplió aún más el concepto de espacio subrayando la relevancia del sentido del gusto en el viaje:

«En todos los paseos que yo he dado por España, un poco cansado de catedrales, de piedras muertas, de paisajes con alma, me puse a buscar los elementos vivos, perdurables, donde no se hiela el minuto, que viven un tembloroso presente. Entre los infinitos que existen, yo he seguido dos: las canciones y los dulces [?] En la melodía, como en el dulce, se refugia la emoción de la historia, su luz permanente sin fechas ni hechos. El amor y la brisa de nuestro país vienen en las tonadas o en la rica pasta del turrón, trayendo vida viva de las épocas muertas, al contrario de las piedras, las campanas, las gentes con carácter y aun el lenguaje». («Añada. Arrolo. Nana. Vou veri vou. Canciones de cuna españolas» in Conferencias I (1984). Madrid: Alianza Editorial, p. 152-153).

Agradecemos la participación de los miembros del GILEC en la publicación de este volumen y en especial la colaboración del profesor de la Universidad de Grenoble (Francia), Philippe Walter. Esperamos haber entreabierto las puertas del saber sobre la literatura de viajes, y que nuestro deambular por determinadas geografías de la literatura de viajes haya contribuido al menos, a soltar las amarras invitando a zarpar mas allá de la cotidianidad, hacia la proyección poética de un atlas imaginario personal?

MERCEDES MONTORO ARAQUE
RODRIGO LÓPEZ CARRILLO

INTRODUCCIÓN .
1. Les Voyages d?Alexandre au Moyen Âge .
PHILIPPE WALTER
Université Stendhal Grenoble III, France
2. Retrato de las cosas de Francia y de Alemania: Maquiavelo, viajero pragmático .
JOSÉ ABAD BAENA
Univesità Ca? Foscari-Venezia
3. Il Mondo Nuovo de Tommaso Stigliani. Un viaje épico por tierra, mar y aire
MÓNICA GARCÍA AGUILAR
Universidad de Granada
4. Un Caso particular de relato de viajes: la Relation du Voyage d?Espagne de Mme d?Aulnoy .
M.ª EUGENIA FERNÁNDEZ FRAILE
Universidad de Granada
5. El Relato de viajes a través de los manuales para la enseñanza del FLE en España durante el siglo XIX .
M.ª ELENA DE LA VIÑA MOLLEDA
Universidad de Granada
6. Voyage intérieur, voyage rêvé, voyage imaginaire ou le pari(s) d?A. Breton
MERCEDES MONTORO ARAQUE
Universidad de Granada
7. Badra, voyage de femme. De Imchouk à Tanger .
RAFAEL RUIZ ÁLVAREZ
Universidad de Granada

López Carrillo, Rodrigo: