El proyecto de la Web semántica, desarrollado e impulsado por el W3 Consortium, el consorcio internacional que guía el desarrollo de la Web, parte de una idea genial: ¿qué pasaría si las páginas web pudieran ser procesadas como datos de entrada de programas de ordenador y no solamente como algo destinado a ser mostrado en pantalla para que lo vea un ser humano? Podrían pasar cosas magníficas. La actual Web 2.0 no es, ciertamente, la Web semántica, pero casi todo el mundo reconoce que ha aportado cambios espectaculares y podría ser un buen ejemplo de los que podríamos esperar.
Lo que necesitamos para pasar de la Web como documentos (la Web actual) a la Web como datos (la Web semántica) es que, en primer lugar, las páginas incluyan, además de contenidos para los seres humanos (información), contenidos para los ordenadores (metainformación). Ahora bien, la Web tiene alcance universal, así que necesitamos sistemas de metadatos (o metainformaciones) susceptibles de uso universal e interpretables por ordenadores. En segundo lugar, necesitamos una especie de superclasificaciones o supertesauros formales (ontologías) que ayuden a los ordenadores a realizar inferencias válidas sobre los datos. Eventualmente, agentes de software, en representación de los usuarios, podrían llevar a buen término tareas para las cuales ahora se requiere inteligencia, o sea, tareas que solo las personas hoy pueden ejecutar con éxito.