Sitúense en Madrid. A finales de siglo XIX, hasta la primera mitad del siglo XX. Un Madrid castizo, capitalino, abierto, expectante a todo lo que viene de fuera, que inicia el siglo con unos 500.000 vecinos en sus calles. A ese Madrid pequeño y recogido, llega el cinematógrafo y los madrileños se asombran, e incluso se asustan, con ese «trasto» que reproduce fotografías en movimiento.
Superados los primeros recelos, la ciudad cede al «invento» sus mejores espacios y así, arquitectos de renombre dotan al cinematógrafo de edificios espectaculares, en los que se estrenan nuevos materiales, como el hormigón, o vanguardistas diseños, como el del «Barceló». Con este trabajo queremos recuperar el «glamour» de las salas de estreno madrileñas, algunas definitivamente perdidas, pero tambien recordar la sesión continua y los entrañables cine de barrio que tantas alegrías nos dieron.