En el año dos mil doce, huérfanos de justicia y repudiados por la razón, un grupo de lunáticos decidieron hacerse a la mar de la radiodifusión española embarcando en un bajel pirata, el «Sin Sentido», con el que casi durante dos años lograron mantenerse a flote en un océano de coherente memez, buen humor e ironía intentando abordar cada noche navíos de tedio y tristeza, armados con talento, sensibilidad, conciencia y sonrisas, antes de volver a su isla refugio, «La Utopía», y disfrutar del botín obtenido en una travesía que duraba dos horas.
Las correrías de aquellos fieros piratas de lo absurdo, acabaron en el verano de dos mil catorce, cuando una mina, adosada a la quilla por los pérfidos azares del destino y la casualidad, los envió al fondo del mar de los humildes donde reposa desde entonces un pecio de locura esperando que, algún día, su capitán decida reflotarlo.
Eso fue, ¿quién sabe si volverá a ser?, Una de piratas.