Dentro de la producción de Joy Williams, El hijo cambiado está considerada como su novela maldita. Publicada originalmente en 1978, cinco años después de su inesperado y magistral debut, Estado de gracia, sólo disfrutó de una edición en Estados Unidos: la crítica, que esperaba de ella una obra maestra atemporal y ambiciosa, se ensañó con una historia y una prosa que no terminaron de resultar del agrado del clima intelectual y estético de la época: después de aquel rechazo colectivo, la novela desapareció de la circulación durante tres décadas. Mientras tanto, la crítica aprendió en ese largo tiempo a reconocer su error: sin haber sabido apreciarla, estaban realmente ante la obra maestra que habían estado esperando, aunque no en la forma que habían deseado.
Reeditada por fin en 2008, después de varios libros de relatos y su tercera novela, Los vivos y los muertos (2002), que confirmaron a Joy Williams como un tesoro de las letras norteamericanas, El hijo cambiado mereció entonces, por fin, los elogios que se le habían negado en su primera edición. A partir de una prosa imaginativa, rica en musicalidad y en metáforas, de un lirismo y una riqueza asombrosos, El hijo cambiado cuenta una historia dura, como todas las de Joy Williams: la de Pearl, una joven alcohólica con un fuerte sentimiento de culpabilidad que vive en una isla rodeada de niños salvajes. Una alegoría post-feminista con raíces en el realismo mágico -como una mezcla de William Golding en El señor de las moscas con la manera de narrar accidental de los cuentos de Julio Cortázar- que vuelve a situarnos delante de un nuevo personaje inolvidable, y de una manera insólita de observar la vida en los márgenes de la civilización y las costumbres aceptadas por la sociedad conservadora.