Para Keucheyan, «la naturaleza no escapa a las relaciones de fuerza sociales: es la más política de las entidades». Siguiendo esa línea, que sustenta todo su trabajo, postula que la humanidad no es un colectivo homogéneo frente a la crisis ecológica global. Así como existen desigualdades económicas o culturales, también hay desigualdades en la relación de los grupos de individuos con la naturaleza, tanto con los recursos que ofrece como con la exposición a los efectos nefastos del desarrollo. Esta es la tesis que mantiene en este ensayo de ecología política en el que analiza cómo estamos asistiendo a una proliferación de productos financieros: «Mercados de carbono», «derechos para contaminar», «derivados climáticos», «bonos catástrofe» conectados con la naturaleza, porque en lugar de atacar la raíz del problema, la estrategia neoliberal elige financiarizar el seguro de los riesgos climáticos, lo que implica el auge de las «finanzas ambientales» como respuesta capitalista a la crisis.
El autor cuestiona la idea políticamente correcta del «pacto ecológico» al que aspiran «las almas bellas», analiza los antagonismos y los intereses en pugna de pueblos y naciones en distintos niveles de desarrollo y defiende la principal tesis de este libro: la naturaleza es un campo de batalla.