Mortajas
Hablar de la extraña intensidad de Mortajas es hablar del espesor que acaban por tomar en sus poemas las formas del acecho. Da reparo y pavor, a partes iguales, hacer de esta lectura un simple acto comercial, una operación retórica. Se aparece más bien todo el libro como un solo poema entrecortado y hecho lascas y escamas, cubierto por un sistema de poderosas implicaciones que convierte al lector en algo más: en testigo, en cómplice, en visitante mudo y responsable que se mueve entre una galería de presencias inconcretas y de imágenes sobrevoladas que él no comprende porque le rebasan pero que están ahí, pesando oscuramente en el aire y llenándolo del zumo decisivo de una voluntad incontestable, la voluntad de quien desea que las palabras sean la corriente activa que ha de decidir su destino