Esta obra contempla críticamente la actuación de los legisladores y de los penalistas, expuesto en tono de denuncia pero desde el razonamiento propio del pensamiento penal. En toda Europa se puede apreciar un visible endurecimiento de las leyes penales, y no solo en relación con el terrorismo.
Actitudes ultradefensistas propias de otros tiempos reaparecen con indisimulada fuerza, agitando además el fantasma del miedo a todos los cambios sociológicos de nuestro tiempo, que por supuesto tienen un impacto claro en la criminalidad y merecen respuesta.
Pero el uso de la maquinaria legisladora no puede ser admitido en el modo en que se ha venido haciendo en España. En relación con los penalistas, incluso entre los más jóvenes, se percibe con frecuencia una preocupante falta de atención a lo que está sucediendo a nuestro alrededor en el derecho.
La tarea de los teóricos del derecho penal parece cada vez más estéril y ajena a las demandas sociales e incluso a lo que requiere el problema penal en todas sus dimensiones, con lo que ni tan solo se reconoce la complejidad de la específica formación de los penalistas. La admisión de este estado de cosas, en las leyes y en los estudiosos, por los propios penalistas o por los que se interesan por los problemas penales es la primera condición para cambiar una línea de evolución cuyo final por ahora no se avista.