La Unión Europea (UE) ha promovido una exitosa transformación normativa en sus relaciones con Georgia y Moldavia en el marco de la Asociación Oriental. Ciertamente, ambos Estados han tomado los estándares europeos como la guía que orienta e impulsa ambiciosas reformas en sus respectivos contextos domésticos, en áreas tan diversas como la consolidación de sus sistemas democráticos o el respeto hacia los derechos humanos y libertades fundamentales. Sin embargo, pese a los logros alcanzados, consideramos que se trata de un punto de inflexión, ya que se han de seguir llevando a cabo más avances. Especialmente, Moldavia, que, frente a Georgia, ha ralentizado su transformación hace algo más de un año.
La actuación de la UE en el vecindario oriental refleja su naturaleza claramente normativa, distinta a otros actores internacionales, la cual se caracteriza por el impulso de una ambiciosa exportación de sus principales valores a través de la atracción y persuasión y, en ningún caso, la imposición. El éxito alcanzado en Georgia y Moldavia resulta esencial para entender la futura política exterior europea, pues es una vigencia anticipada de la misma, en donde una mayor visualización y constatación de la dimensión más normativa definirá su actuación en la escena internacional, tal y como recoge la Estrategia Global sobre Política Exterior y de Seguridad de la UE de junio de 2016.