La familia es uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad. Los cambios acontecidos en ella en los últimos tiempos han desencadenado situaciones de conflicto en el ámbito familiar afectando al bienestar y al equilibrio social y psicológico de sus miembros.
Uno de los cambios de especial trascendencia está relacionado con los conflictos de pareja y, en concreto, con las separaciones y divorcios que han aumentado de manera considerable en los últimos años. Hasta el momento, la forma tradicional de resolución de conflictos era acudir a la vía judicial. Sin embargo, los resultados que se obtienen de la resolución de los mismos por los jueces o tribunales nos han hecho ver que en la mayoría de los casos esa vía no es siempre la más adecuada.
Para paliar y prevenir estos y otros efectos, surge en nuestro país la mediación familiar como instrumento de especial novedad e interés. Se trata de un mecanismo alternativo de resolución de conflictos, en virtud del cual un tercero imparcial y neutral ayuda a los miembros de la pareja en la búsqueda de un acuerdo que reglamente su situación personal y patrimonial posterior a la ruptura.
El mediador no zanja la controversia imponiendo su criterio, sino que trata de aproximar las posiciones de los cónyuges, facilitando la negociación entre ellos e intentando que alcancen un acuerdo satisfactorio para ambos.