A consecuencia de los devastadores efectos de la crisis financiera provocada por la burbuja inmobiliaria, se destaparon otras operaciones de carácter financiero realizadas por otros actores como fueron las entidades financieras que, llevadas por la ambición de obtener su parte del pastel, comenzaron a ofertar productos financieros de alto riesgo, solo aptos para inversores cualificados, entre los clientes de banca retail.
Esta circunstancia ocasionó infinidad de situaciones rocambolescas para el cliente no cualificado quien, llevado también por las alharacas y cantos de sirena de dichas entidades emisoras, incurrió en grandes pérdidas producidas por la crisis económica y con origen en el desconocimiento del producto que estaba contratando.
Todo esto ha originado una problemática social que ha desenmascarado la nefasta praxis de las entidades financieras respecto de este tipo de clientes.
El desenlace de todo esto se ha traducido en un aluvión de querellas, demandas, reclamaciones, etc., contra bancos y antiguas cajas de ahorro que, movidas por su avaricia y falta de ética, han incumplido todas las normas deontológicas del negocio bancario, costándoles la pérdida, no solo económica, sino de credibilidad en nuestra sociedad.