En la vida de las sociedades contemporáneas solemos experimentar algunos fenómenos que son particularmente inquietantes; en muchas situaciones nuestra conducta es guiada por fuerzas que nos dominan, orientan nuestro comportamiento y comprometen nuestra libertad, todo ello sin que seamos completamente conscientes de lo que nos afecta. Sentimos o intuimos que cuando experimentamos estos fenómenos es como si el mundo hubiese sido nuevamente encantado, como si tuviésemos nuevos dioses o espíritus que rigen nuestras vidas. El concepto de patologías sociales ha pretendido capturar estos procesos sociales, y este libro propone que la mejor forma de conceptualizarlas es como un fallo cognitivo que, mediante procesos circulares, afecta a la imaginación práctica y es posibilitado por su menoscabo. De esta forma las patologías sociales, al socavar la imaginación práctica, generan una progresiva distorsión de los contextos prácticos a través de la imposición de un tipo de racionalidad práctica ajena a ellos; así el consumismo, el burocratismo, el moralismo, la juridificación y algunas formas de corrupción pueden ser explicados a partir de esta sistemática deformación de los parámetros que rigen nuestro comportamiento en los contextos prácticos en los que nos desempeñamos.
Esta forma de entender las patologías sociales también permite explicar una forma particular de injusticia que denomino anónima caracterizada por la transformación distorsiva del contexto de aplicación de los principios y criterios normativos de justicia, y que se manifiesta en que las políticas sociales culminan realizando lo opuesto a sus intenciones de asegurar la igual dignidad de los ciudadanos.
Debido a que las patologías sociales son entendidas a partir de un fallo cognitivo es que un posible camino para contrarrestar sus efectos será la introducción de fricción normativa, que, siendo una forma específica de disonancia cognitiva, tiene como uno de sus posibles efectos la reapropiación reflexiva del sentido del contexto práctico compartido.