Las postrimerías del siglo XX, y lo que llevamos de siglo XXI, han traído para la escultura polícroma en madera un inmejorable estado de salud. Realmente, es totalmente desconcertante, a la par que anacrónico, que la escultura barroca siga siendo un producto estrella en plena sociedad de masas, apostando por formas, planteamientos y técnicas propias de una particular cosmovisión del mundo en tiempos pretéritos, y cuyas reformulaciones, adaptadas a nuevos tamices, pasan por ser sugerentes fenómenos históricos-sociales.
Se da la circunstancia de que igualmente la Semana Santa está viviendo unas cuotas de esplendor, muy probablemente, entre las más altas de su historia. En ello han tenido mucho que ver tanto el propio clima espiritual del pueblo español, en general, como el del andaluz en particular, manifiestamente barroco en sus desarrollos sociales, y que encuentran en la imagen la manera de trascender a la divinidad. Este clima espiritual igualmente se ha visto favorecido por factores tales como la presencia de la Semana Santa en los medios de comunicación, o el importantísimo impacto de las redes sociales -que hace que el público consuma «Semana Santa» durante todo el año.
Paralelo a esta puesta en valor de la Semana Santa y del Patrimonio Cofrade, el imaginero ha salido de las sombras del taller para convertirse en un producto mediático, cuales estrellas del arte de la madera. Su propio resurgimiento estaría en paralelo a los puntos que anteriormente hemos comentado como decisivos en el propio devenir de la Semana Santa.
La imaginería procesional, no sólo ha sido capaz de reinventarse y adaptarse a los gustos, modas y tendencias artísticas de cada momento, sino, y lo que es más importante, ha sido capaz de aportar nuevos lenguajes expresivos, formales, conceptuales y estéticos e iconográficos, que es lo que realmente la sitúa dentro de la consideración como obra de arte contemporánea: Naturalista, barroca, clásico-barroca, preciosista, de Olot, de repoblación, popular, neo-barroca, neo-barroca gay, realista, hiperrealista, hipernaturalista, post Miñarro, post Zafra, post Buiza, post Duarte, post Suso de Marcos, 3D, etc. y otras tantas posibilidades son capaces de dar de sí como «lenguaje» la imaginería procesional del siglo XXI.
Traemos todo esto a colación, por el hecho de que si no somos capaces de ver los valores patrimoniales intrínsecos que presenta la imaginería del siglo XXI, difícilmente podremos apreciar en la misma sus valores artísticos, ni mucho menos ponerla en valor y reflexionar teóricamente, sobre ella, amén de asegurar su conservación y correcto legado, como memoria colectiva que es, a las generaciones futuras, ya que por encima de todo, la imaginería del siglo XXI es un producto «cultural», atemporal y de hondo calado social.
Éste es nuestro punto de partida, un arte que se encuentra en las cotas más altas de su historia, constituido por muchas personalidades diferentes, muchas obras, y no tanta calidad como cabría esperar. A lo largo de las páginas de este libro se abordan problemas tales, como los valores plásticos y patrimoniales de imaginería contemporánea, el sacado de punto, y los nuevos materiales, la internalización de la imaginería, digitalidad, imagineros y redes sociales, el valor de uso y la restauración de imágenes, las nuevas «Semanas Santas», las nuevas tendencias en imaginería, el hiperrealismo, la incorporación de la mujer al sector o la «integración de las artes».