Este libro analiza la crisis orgánica del régimen liberal español que culminó en el establecimiento de la dictadura del general Primo de Rivera en septiembre de 1923. En él, se aborda la decadencia de la política liberal en España como la variante local de la crisis general que experimentaron la mayoría de los regímenes liberales decimonónicos tras la Primera Guerra Mundial. La raíz de dicha crisis radicaba en la reticencia de dichos regímenes a asumir un proceso de democratización.
Antes de 1914, todos los estados, incluida la autocracia rusa, habían introducido un mínimo de libertades civiles, adoptado un sistema parlamentario y sustituido el orden feudal por formas de producción capitalista. En algunos países, se habían llevado a cabo elecciones relativamente libres, y los ministros eran responsables, en buena medida, ante el parlamento. Sin embargo, la política europea todavía estaba impregnada de elementos del ancien régime.
Los Jefes de Estado, en su mayoría monarcas, seguían poseyendo grandes prerrogativas ejecutivas y legislativas. Los ejércitos eran más la guardia pretoriana del soberano que instituciones nacionales. Los senados eran baluartes del pasado y, a su vez, las cámaras bajas tenían su poder muy condicionado por, entre otros factores, la limitación del sufragio, el peso desproporcionado concedido a las zonas rurales o los fraudes electorales, que se producían sobre todo en los países del Sur de Europa. Todo esto alentaba la agitación popular y los movimientos de protesta.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue un momento decisivo, sus terribles consecuencias, tanto socioeconómicas como humanas, anunciaron la llegada de la política de masas, así como el desmoronamiento de los regímenes cuya existencia se debía en gran medida al amiguismo y el clientelismo. La firma del armisticio en noviembre de 1918 supuso el final del conflicto armado, pero dio paso a un periodo de conflictos sociales y radicalismo político que une umbilicalmente las dos guerras mundiales, calificado por algunos autores de «la Guerra de los Treinta Años del siglo XX», una guerra civil europea que vio la eclosión del fascismo y del comunismo y cuya última batalla, la más encarnizada antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, fue el conflicto fratricida que estalló en España en julio de 1936.
El aumento de la polarización social y política se vio acompañado de una gran agitación revolucionaria, que concluiría con la caída y sustitución de muchos regímenes liberales y constitucionales europeos por diferentes tipos de dictaduras. En 1920, 26 de los 28 estados existentes en Europa eran regímenes liberales parlamentarios, en 1938, 16 de ellos eran dictaduras, y sólo 4 regímenes liberales sobrevivían en 1940.