Cómo pecar
Un escote femenino que desnudase las manos, era, de por sí, pecado de «escándalo grave», si sólo exhibía la parte superior, era lícito, pero pecado «mortal» si con ellos e pusiera de moda donde no lo estaba. Si sólo mostraba el pecho módicamente no pasaba de pecado «venial», lo mismo que llevar los brazos desnudos. Vestir la mujer ropas propias del varón era pecado venial, salvo que mediase causa justa, pero podría serlo, y grave, según circunstancias. Durante siglos, fornicar en una iglesia no fue sólo pecado contra la castidad, sino, además, sacrilegio, pero este segundo pecado no concurría si la coyunda tenía lugar en la sacristía o el campanario. También conviene saber que no siempre era pecaminoso alquilar edificios para burdeles en las ciudades en que, para evitar males mayores, se permitían los lupanares. El lector sabrá que fueron la abominación conveniente, la sodomía imperfecta o por qué «no puede negarse que la naturaleza confirma lo que nos dice la Escritura: que el varón es la cabeza que ha mandar y regir. Y esto mismo confirma la historia de todas las edades y regiones». Con calculadora distancia y un envidiable bagaje de lecturas, latín y buen humor, L. Gil Romeu rescata del olvido cuál ha sido, hasta hace nada, el cimiento de toda una moral que se extingue.