De la productividad se habla, sobre todo, cuando va mal. Es decir, cuando alguno de los indicadores que normalmente se utilizan para mostrar su evolución presenta un crecimiento muy bajo o, peor todavía, cuando este es negativo. Preocupa porque hay que ser consciente de que dicho comportamiento afecta o acabará afectando a la capacidad de crecimiento de la economía de la cual se trate, a su competitividad a escala internacional y, por supuesto, al nivel de vida de sus ciudadanos. A largo plazo, la mejora o no del bienestar de un país depende esencialmente de la evolución de la productividad.
Entre 1990 y 1995 la productividad por ocupado creció en España a una media anual del 2,17 por 100, tasa sensiblemente superior a la media de la Unión Europea en el mismo período (1,85 por 100) y a la de Estados Unidos (1,34 por 100). Sin embargo, en el periodo comprendido entre 1996 y 2004 la productividad española por trabajador ha caído y se ha estancado a muy bajo nivel. La media de dicho periodo nos proporciona un dato alarmante: crecimiento negativo del 0,14 por 100 frente a un crecimiento medio anual del 2,23 por 100 en la economía norteamericana y del 1,46 por 100 en la Unión Europea de los Quince
El objetivo de la investigación en la que se basa este libro ha sido estudiar, de forma rigurosa, la evolución de la productividad en la economía española, así como las causas y los factores que han determinado su tendencia desde 1980 hasta la fecha. Como es obvio, un trabajo de este tipo no podía hacerse al margen de lo que ha ocurrido en ese mismo terreno en las economías de la Unión Europea. Pero, a su vez, la evolución de los países europeos precisa tomar como referencia los comportamientos de otros países relevantes a escala mundial, en particular los Estados Unidos. En consecuencia, el análisis realizado tomó desde un principio como referencia a la UE-15 y a la economía norteamericana. Esta última ha registrado avances constantes en su productividad por ocupado, que en Europa también se han tomado como referencia para subrayar el estancamiento de las economías europeas y su retraso en el desarrollo tecnológico, asuntos que ya fueron planteados en la Estrategia de Lisboa del 2000.
La investigación llevada a cabo ha aportado los principales elementos que nutren el contenido de este Estudio, que pretende dar respuesta a tres grandes preguntas: ¿Cuál es el comportamiento que muestra la productividad en España en relación con la Comunidad Europea y con EE.UU.?, ¿por qué en España la productividad muestra un comportamiento muy preocupante y cuáles son las causas?, y ¿qué cabe hacer para modificar la tendencia observada? Para contestarlas el libro se organiza en seis Capítulos que cubren desde algunos aspectos teóricos y conceptuales que era preciso aclarar, hasta el análisis propiamente dicho de la evolución de la productividad en la Europa de los Quince, en la economía norteamericana y en España, con un estudio exhaustivo de los factores que explican el caso español y un capítulo final en el que se exponen algunas líneas básicas de actuación para que la productividad pueda mejorar en los próximos años.
La comparación entre EE.UU. y la UE pone de relieve que, actualmente, la productividad media por trabajador de los países comunitarios está considerablemente por debajo de la norteamericana (72,8 por 100), con una tasa de crecimiento medio, en el último trienio, del 1,33 por 100 frente al 2,58 por 100 de EE.UU. en el mismo período. La evolución que dicha variable ha experimentado a partir de 1996 en Europa determina un claro proceso de divergencia entre ambas áreas.
En España se está dando un fenómeno que podría considerarse paradójico. Mientras que las tasas de crecimiento de la producción real y de la producción por habitante son muy superiores a las de la Unión Europea y se aproximan a las de EE.UU., el comportamiento de la productividad por trabajador es el opuesto, tanto si se mide en términos por persona ocupada como en función de las horas trabajadas.
Un factor que ha influido en este proceso ha sido, sin duda, la evolución del empleo en nuestro país, que ha venido creciendo a un ritmo mucho mayor que en otras economías avanzadas. Al mismo tiempo, el número medio de horas trabajadas se está reduciendo en España, aunque a un ritmo inferior que en el resto de Europa y varios informes y estudios indican que el grado de aprovechamiento de dichas horas es bastante peor que en otros países del entorno.
La caída de la productividad se ha atribuido por algunos al citado crecimiento del empleo en España. Sin embargo, la experiencia de otros países permite afirmar que la creación de empleo no determina necesariamente una reducción de la productividad del trabajo. Los sectores en los que se crea dicho empleo –que en gran medida son “intensivos en factor trabajo”– y el pobre comportamiento de los demás factores que podrían impulsar la productividad (tecnología, inversiones, capital humano, cambios organizativos en las empresas, etc.) explican esta contradicción. El libro ofrece, a estos efectos, una serie de comprobaciones que empíricamente muestran el papel que tales factores están jugando en la evolución de la productividad en España. De hecho, la estimación de la llamada productividad total de los factores (PTF) evidencia que el problema del prácticamente nulo crecimiento actual de la productividad española no es pasajero y que tampoco puede cargarse en el debe de la formidable creación de empleo que España ha registrado en los últimos años. Un alto número de los nuevos empleos corresponde a sectores cuya productividad es baja, como ocurre en el caso de la construcción y en un buen número de actividades del sector servicios, que han liderado la oferta de puestos de trabajo en los últimos años en nuestro país.
Es muy significativo que, desde un punto de vista tendencial, la economía española registre una caída de la productividad total de los factores (PTF) entre 1995 y 2000 ( -0,42 %) y prácticamente crecimiento en toda la década de los noventa. Este hecho es más preocupante que la negativa evolución de la productividad por trabajador. La PTF recoge no sólo el progreso técnico, sino todo aquello que el resto de las variables independientes no explican. De hecho, tradicionalmente se le atribuyen efectos como los derivados de la inversión en I+D, los spillovers de la producción, las externalidades, las economías de escala e incluso los derivados de los posibles errores de medición.
A este asunto se presta particular atención en el Capítulo Quinto del libro, donde se realiza un análisis más profundo de los factores que pueden explicar el mal comportamiento de la productividad en España desde 1995-96 hasta la fecha. Entre ellos, la evolución del stock de capital físico, la posible contribución del capital humano, del capital tecnológico y el gasto en I+D y otros factores de interés, como el tamaño de las empresas o los efectos del comercio exterior.
Junto con las diferencias de la productividad por sectores, el libro aporta también datos sobre su evolución por Comunidades Autónomas. El panorama que se deduce de este análisis es bastante claro. Algunas de las regiones menos desarrolladas (Galicia, Extremadura y Castilla y León, por ejemplo) han mejorado sus posiciones relativas y siguen aproximándose a la media nacional (período 1995-2002), pero, al mismo tiempo, las Comunidades Autónomas que encabezaban la lista de niveles de productividad también han seguido creciendo, algunas de ellas por encima incluso de la media española. No puede hablarse, pues, de que se esté produciendo un proceso de convergencia. En varias de las regiones menos desarrolladas o intermedias la productividad ha evolucionado por debajo de la media y, por otra parte, se mantienen las ventajas relativas de las más desarrolladas.
El Estudio no podía cerrarse sin señalar los principales frentes en los que cabe actuar para cambiar la tendencia de la productividad española en los próximos años. El Capítulo Sexto se dedica a estos temas y lo que en primer lugar subrayan los autores es que, en este campo, no puede haber milagros a corto plazo. Los factores que inciden en la productividad no sólo son numerosos (y no estrictamente económicos, por cierto), sino que es difícil provocar cambios importantes a corto plazo. Por esta razón, los autores propugnan que se actúe con mayor intensidad cuanto antes para lograr un cierto recorte en el plazo en que puedan percibirse mejoras relevantes. Las acciones que se proponen afectan al campo de la innovación y de la I+D+i, la necesidad de incrementar las inversiones directamente productivas, impulsar el desarrollo del capital humano y la formación profesional, introducir cambios en el mercado de trabajo, des-regular y flexibilizar la creación de empresas, apoyar a los nuevos emprendedores y, por último, revisar el marco regulador y la competencia en los mercados de materias primas y de productos.
El libro aporta, en definitiva, un excelente instrumento para abrir un debate que es absolutamente necesario en España en estos momentos. La productividad, como se ha dicho al principio, se relaciona directamente con las posibles mejoras del nivel de vida a medio-largo plazo y con la capacidad competitiva de la economía española, aunque en ésta última influyen también otros factores económicos y no económicos.