En el claroscuro del Barroco hispano irradió un foco de luz la humanista Filosofía moral de Baltasar Gracián (1601-1658), basada en el ejercicio individual del juicio y la prudencia.
«Es el juicio trono de la prudencia», escribía ya este jurista aragonés al comienzo de su primera obra El Héroe (1637), en su primor III. El desarrollo reflexivo del discernimiento del juicio, activado, materializado y concretado en las decisiones mundanas de la prudencia, constituye la base moral estudiada en esta obra, con una metología histórico-filosófica, desde la perspectiva de la Ética-Jurídica que supone el Derecho Natural.
De este modo, en la Ética graciana comienzan a abrirse paso investigador y erudito conceptos que habían sido obviados por la crítica hasta la fecha de hoy, en que se celebra por doquier en el Mundo de las letras la inmortalidad de Gracián en el IV Centenario de su nacimiento (1601-2001).
Son conceptos ético-jurídicos -básicamente Justicia, Ley eterna y Ley natural- que el escritor de este ensayo considera relevantes para revelar el sentido histórico, silosófico y jurídico de la obra de este neoestoico aragonés.