Miguel Espinosa, Mi Padre
Sastre no soy, ¡pero te voy a hacer unos pantalones! decía cuando jugábamos al ajedrez. Y mis pocos años se removían de inquietud, porque él anunciaba algo muy malo: amenazarme simultáneamente
dos piezas nobles con un peón protegido por otro.
Lo que yo más temía era el llamado mate del pastor. Posible al principio de la partida, en pocas jugadas, este desenlace me recordaba un comienzo primitivo y sangriento, apto sin embargo, para niños,
como la historia de Caín y Abel. Violencia muda, violencia relámpago, de los que habitan tienda y pastorean.
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