Monarquía nada ejemplar
A lo largo de su trayectoria política, Iñaki Anasagasti se ha caracterizado por su crítica pública a la institución monárquica. Tras el caso Nóos, Botsuana, Corinna…, en un momento en el que la corona parecía no estar ya al abrigo del espeso manto de silencio que impedía cualquier discurso contrario a ella y en el que algo parecía estar cambiando en el trato que tanto la prensa como la sociedad española le dispensaba, el autor de este libro quiere alertar sobre la intensa y continua campaña de marketing que, según él, se está orquestando para distraer la atención de los turbios asuntos que rodean a la Familia Real. Una campaña de lavado de imagen que empezó tras la abdicación de Juan Carlos y la coronación del nuevo rey Felipe VI, al que se presenta como un joven sensato, moderno, muy bien preparado y, sobre todo, como un símbolo de ejemplaridad.
La tarea, explica el autor, consiste en diferenciar al hijo del padre y dotar a la institución, ante la falta de legitimidad democrática, de una ejemplaridad y transparencia que en el pasado han brillado más bien por su ausencia. Con este libro, Iñaki Anasagasti quiere evitar que la anestesia, la amnesia y los mecanismos de censura vuelvan a surtir efecto y para ello recuerda y relata las andanzas personales y políticas de Alfonso XIII, Juan de Borbón y su hijo Juan Carlos hasta llegar a Felipe VI, quien lleva la pesada carga de una historia familiar e institucional muy alejada de la idílica imagen de respetabilidad y ejemplaridad que tanto se empeñan en transmitir. Todo ello porque, según el autor, -nos siguen argumentando que no hay mejor organización institucional que la monarquía parlamentaria. Y la explicación de oro que nos esgrimen es que es útil y va a ser ejemplar-, de ahí que «con este libro solo quiero poner mi granito de arena para aproximarnos a quitar la máscara a una institución que no es útil, no ha sido ejemplar, no es democrática, no es la más barata y encima ni ha arbitrado ni ha moderado nada, ni va a poder arbitrar ni moderar nada. Y solo esperar que la ciudadanía termine de abrir los ojos y, sobre todo, que le dejen abrirlos».