Como observó Hobsbawm, a juzgar por la velocidad de su expansión y su alcance geográfico, el socialismo fue uno de los fenómenos ideológicos más fulgurantes de la humanidad. Bastaron treinta y cuatro años desde la muerte de Marx para que se fundara el primer Estado socialista y, tras otros treinta y cuatro, el comunismo ya se extendía desde Beijing hasta Berlín. Si a ello le añadiésemos el crecimiento del socialismo no comunista como fuerza de gobierno en otras partes del mundo, veríamos que a un siglo de la publicación de El capital la expansión fue tan espectacular como su posterior declive. Hoy en día, la hegemonía capitalista en el discurso público es tal que, como repite Zizek, a la gente le resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Atender a la actual evolución del sistema capitalista será esencial para calibrar el entorno que pueda propiciar el resurgimiento ideológico de la izquierda. Las oportunidades socialistas, en las huellas de su tradición y, sobre todo, como visión alternativa de la sociedad, dependerán de las resistencias de quienes no se sientan justamente incluidos. Tal vez ahora no sea fácil concebir cómo podrá el socialismo recuperar el formidable poder que un día tuvo, aquel que derrotó imperios y creó naciones, que hizo temblar gobiernos y conglomerados y que consiguió construir el Estado de bienestar, pilar de la ciudadanía moderna. Para que esta ciudadanía se vuelva a involucrar en política hay que mostrarle lo mucho que está en juego y convencerla de que existen y son viables otras concepciones del mundo, de la vida, que serán resultado de procesos políticos y no del simple relevo de dirigentes, cada uno con su peculiar estilo de abusar de la cosa pública. Y, como concluye Luis Fernando Medina, «existen ciertos paralelos entre la historia del socialismo pasado y la actual. Pero hay una diferencia. Ahora sabemos que es posible dar aquel paso. Puede que no parezca mucho, pero en todas las actividades humanas, en la ciencia, en la política, en las artes, pocos momentos hay más definitivos, más llenos de poder que aquel instante en que por fin podemos visualizar el primer paso».
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