En el otoño de 1922 Martin Heidegger envió un «Informe» a Paul Natorp en el que le ponía al corriente de sus investigaciones sobre Aristóteles. Algunas personas cercanas a Heidegger recibieron copias del llamado «Informe Natorp», pero, tras la Segunda Guerra Mundial, desapareció. Se recuperó muchos años después y fue publicado en el ‘Dithey Jahrbuch’ en el año 1989.
Heidegger declaró que los años 1922-1923 habían resultado decisivos en el desarrollo de su pensamiento. De hecho, en el trabajo desarrollado entonces se encuentran las raíces de «Ser y tiempo». Así, la convicción de que la filosofía ha de ser «hermenéutica fenomenológica de la facticidad», o la tesis de que lo que configuró la metafísica occidental y condujo a una inadecuada idea del ser humano fue la «radicalización ontológica de la idea de movimiento», consumada en la idea aristotélica de ‘enérgeia’, se encuentran formuladas por primera vez en el «Informe Natorp».
Más adelante, siendo ya profesor en Marburgo, Heidegger impartió un curso titulado «El Sofista», desarrollando los análisis incoados dos años antes. La conclusión a la que llegó entonces fue tajante: Aristóteles habría optado por la primacía de la ‘sophía’ frente a la ‘phrónesis’ y esto –junto con su definición de ‘acción perfecta’– habría conducido a la ‘metafísica presencialista’ que ha caracterizado toda la historia de la filosofía.
En realidad, todos los análisis e interpretaciones que Heidegger realizó en los años veinte tuvieron en común el mismo nexo: la pregunta por el sentido del ser articulada en torno al ‘Dasein’, pues, como señaló en su «Informe», el objeto de la filosofía es el mismo ‘Dasein’ humano. Por eso, para intentar una comprensión ajustada, así como una valoración adecuada de las propuestas contenidas en el «Informe Natorp», se ha hecho preciso tener en cuenta el conjunto del material disponible correspondiente a esos años.
El propósito de este libro ha sido realizar una investigación rigurosa, que nos permita entender mejor algunos motivos y presupuestos del autor. A la vez, las interpretaciones sobre Aristóteles, aunque no exentas de dificultades, constituyen una muestra de la viabilidad y sentido que tiene emprender un diálogo crítico con la tradición.