En busca de la estabilidad monetaria. Prolegómenos de una reforma exitosa 1668-1686. Selección de arbitrios
La convulsa situación económica y financiera castellana del siglo XVII es bien conocida en el campo de la historia económica. La bonanza que siguió al descubrimiento de América fue breve. La inflación —provocada entre otros factores por la llegada de los metales americanos—, junto con la difícil situación financiera que atravesó la Corona, contribuyeron a agravar la depresión económica que sufrió Castilla durante este siglo. El déficit crónico de la Corona se sitúa en el origen de la nefasta política monetaria con la que se trató de ponerle remedio.
Las sucesivas alteraciones monetarias olvidaron el principio básico que debe regir un patrón metálico, según el cual, el valor extrínseco de las monedas debe ajustarse a su valor intrínseco. Su vulneración causó una manifiesta inestabilidad monetaria que vino a agravar los efectos inflacionarios de la llegada de los metales americanos, provocando desórdenes importantes en la actividad económica. Hasta finales del siglo XVII, con la drástica reforma monetaria de Carlos II, no se consiguió imponer orden sobre el caos monetario existente.