La Edad Democrática
La Edad Contemporánea ya ha terminado. Lo que nos ocurrió ya no es contemporáneo, con independencia de si acabó con la caída del Muro de Berlín, el ataque a las Torres Gemelas, la aparición de internet o de la inteligencia artificial, la crisis económica de 2008, la pandemia de la Covid-19, la invasión de Ucrania de 2022 o, simplemente, con los tres ceros del año 2000.
De los doscientos años que ha durado, la más importante aportación que ha recibido la humanidad es la democracia. José María Michavila nos invita a reflexionar sobre los cambios que este sistema político ha propiciado en todos los órdenes y propone que lo que hasta ahora hemos conocido como Edad Contemporánea reciba el nombre de Edad Democrática.
La democracia, dice Michavila, ha sido el gran generador de libertad, desarrollo y emprendimiento. Con ella nacen las naciones, su fuerza y sus desatinos, las ideologías, los partidos políticos para bien y para mal o las organizaciones internacionales, y gracias a ella surgen los avances que nos hacen vivir más y mejor.
Su lápiz ha dibujado el mapa de quienes han crecido en el bienestar y de quienes se han quedado atrás. Su fuerza ética ha protagonizado la lucha por los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres, la abolición de la esclavitud, la superación de la violencia, la protección del medio ambiente y la erradicación de la miseria.
No es esta una cronología de lo ocurrido en ese periodo de tiempo, sino una mirada sobre cómo, dónde, cuándo y por qué ha cambiado la humanidad durante esos dos siglos y qué podemos esperar de este nuevo tiempo.