Nos hallamos en la República Dominicana de 1961, en los dos últimos meses de la sangrienta dictadura del general Trujillo, el Benefactor de la Patria Nueva, en un mundo donde su puño todo lo estrangula y en el que el autor alza como un correlato amable, enternecedor e inolvidable un juez al borde de la jubilación que por circunstancias del destino llega a convertirse en el favorito del tirano.
La incompresión del propio protagonista es la misma que inunda al lector a medida que transcurren las páginas, tejiendo un enigma que sólo se resuelve en un final sorprendente, emotivo. Libro escrito en un lenguaje veloz y pirotécnico, con un ritmo léxico impetuoso logra a veces una prosa poética que se desangra por los ojos y enlaza con el realismo mágico sudamericano, dejando que el trasfondo del drama se desahogue muy a menudo con episodios y brotes de suculenta hilaridad, alzando así una tragicomedia con un hilo de ternura que la cose desde la primera hasta la última página.
Con unas notables resonancias traídas de El otoño del patriarca de García Márquez, el autor nos surmerge en la megalomaníaca personalidad del penúltimo dictador de América Latina y nos ofrece como contrapeso la infinita humanidad de un juez que ve trastornado el ordenado curso de su existencia por la visita más inesperada en el estío de su vida, más inesperada aún que la del general Trujillo: la del amor.
