La grandeza intelectual de Aristóteles, compuesta de talento polifacético, curiosidad insaciable, afición innata por la reflexión y (mucha) capacidad de trabajo, no podía dejar de interesarse por el más clásico de los problemas éticos: la felicidad.
Mediante sus reflexiones, el alcanza a definir la felicidad como «una actividad del alma conforme a la virtud perfecta», y además -añade- puede ser enseñada.
El análisis de las virtudes, concebidas como término medio entre los dos extremos del exceso y el defecto, un ensayo sobre la amistad y su personal concepto sobre el mejor género de vida son algunos de los temas de los que se ocupa esta antología.
Reflexiones éticas ofrece una selección de textos especialmente significativos dentro del pensamiento moral de uno de los puntales de la Grecia Clásica.