Con los Perdedores del Mejor de los Mundos
Günter Wallraff ha vuelto. El «periodista indeseable», el que con el alias Hans Esser se infiltró en la redacción del BILD-Zeitung, el tabloide de mayor tirada de Alemania, y denunció su absoluta falta de escrúpulos, el mismo que bajo el disfraz del obrero Alí se atrevió, en su célebre reportaje Cabeza de turco, a descender «abajo del todo» para sacar a la luz las miserables condiciones de los trabajadores extranjeros, ataca otra vez con sus viejos métodos, y algunas innovaciones tecnológicas, para mostrar el lado oscuro del supuesto mundo feliz de la opulencia y el hedonismo compulsivos.
En sus «expediciones» a los rincones más insospechados de la Alemania profunda (y no tan profunda también: ahí están la pujante Colonia y Frankfurt, el deslumbrante centro internacional de las finanzas), el autor descubre, entre otras cosas, cómo las empresas de marketing telefónico presionan a sus empleados para convertirlos en estafadores consumados, cómo una ciudad abandona a sus indigentes incluso en noches en que la temperatura desciende a quince bajo cero y cómo las grandes cadenas de supermercados imponen unas condiciones de trabajo propias del primer capitalismo como si el movimiento obrero y sindical nunca hubiera existido. De película de terror cabría calificar el capítulo dedicado al mobbing empresarial orquestado con la asesoría de poderosos bufetes de abogados, por su parte, las tristes peripecias cotidianas de un «negro» en un país de blancos no por esperadas resultan menos difíciles de creer.
Maestro de periodistas, reportero lúcido, riguroso y solidario, Wallraff concluye este nuevo viaje en una nota que no puede ser sino amarga: «En un país que sigue siendo tan rico como antes, son cada vez más las personas que hoy tocan fondo».