Discernimiento del Actuar Humano
En este trabajo pretendemos proseguir, profundizándolas, la reflexión y las tomas de posición aristotélico-tomistas de la racionalidad práctica dentro del cauce
de la tradición teológico-moral católica, entendida en su dinamismo genuino y separada de sus cosificaciones contemporáneas, enmarcándolas en las aportaciones
del verdadero personalismo. Partimos del concepto de verdad práctica y del consiguiente silogismo práctico aristotélico, repensado por santo Tomás a la luz de la ley
nueva, de la ley de la caridad y de la gracia, que redi- mensionan el orden creado y ofrecen nuevos elementos y nueva luminosidad para descubrir el sentido objetivo
verdadero del obrar. La persona, rectamente formada y en constante crecimiento moral helicoidal, es capaz de percibir racionalmente —no se trata de un intuicionismo-
el verdadero objeto de su comportamiento: el bien verdadero, la verdad del bien.
Esta moral personal es subjetiva, no subjetivista, y respeta las exigencias de la relatividad de los hechos sin degenerar en ningún tipo de relativismo. Esta comprensión
de la moral, por ser subjetiva y relativa a la situación, se convierte verdaderamente en objetiva, sin caer, por otra parte, en el objetivismo. De esta forma, se evitan los
extremos de la cosificación objetivista, de la absolutización genérica y del subjetivismo y el relativismo morales.
Tal y como se muestra a lo largo del libro, el objeto, en el ámbito moral, es siempre el término de una actividad consciente hacia el que se dirige la facultad apetitiva
racional en su razón de bien. Entendemos por objeto moral todo aquello a lo que el sujeto tiende como realidad intencionada, percibido por la razón práctica en su
dinamismo integrativo. Equivale al sentido objetivo del obrar. Su percepción es más verdadera en la medida en que el sujeto se convierte en hombre virtuoso y santo.