4ª edición, junio 2008
Editorial Tecnos
SINOPSIS
Tal vez la realización más maravillosa de la mente humana sea el complejo estructural tan vasto como imponente de la ciencia moderna. En cambio, su origen, desarrollo y conquistas constituyen una de las partes menos conocidas de la historia, y apenas si han entrado en la corriente de la literatura general. Los historiadores relatan las guerras, la política, la economía, pero nos dicen poco o nada sobre la génesis y desarrollo de esas actividades que sorprendieron los secretos del átomo, que descorrieron ante nuestros ojos los misterios profundos del espacio, que revolucionaron las categorías filosóficas y nos proporcionaron los medios de elevar nuestro bienestar material a un nivel que está por encima de cuanto pudieron soñar las generaciones pretéritas.
Los griegos identificaron la filosofía y la ciencia, la Edad Media incorporó las dos a la teología. El método experimental, aplicado al estudio de la Naturaleza después del Renacimiento, condujo al divorcio entre unas y otras. En efecto, mientras la filosofía natural se basó en la dinámica de Newton, los discípulos de Kant y Hegel aislaron la filosofía idealista de la ciencia contemporánea, y ésta, en justa reciprocidad, optó bien pronto por prescindir de la metafísica. Luego la biología transformista y la matemática y la física modernas, por una parte, profundizaron el pensamiento científico y, por otra, obligaron a los filósofos a tener en cuenta a la ciencia, y así ésta vuelve a tener sentido para la filosofía, la teología y la religión. Mientras, la física, que por tanto tiempo buscó y halló los moldes mecánicos de los fenómenos sometidos a su observación, parece como si al fin hubiese llegado a los umbrales de un santuario en el que fallan los moldes, a la entraña de cosas fundamentales que «ciertamente no son mecánicas», como dijo Newton.