«Felicidad es conceder la vida a muchos, volverlos a la vida arrancándolos de la muerte y merecer el reconocimiento de los ciudadanos por tu clemencia. No hay ornato más digno de la alta posición de un soberano, ni más bello, que la corona que se concede por salvar la vida a los ciudadanos, no las armas arrebatadas a los vencidos, no los carros ensangrentados con la sangre de los bárbaros, no los despojos conseguidos en guerra. El poder de los dioses es éste: salvar masas de gente y colectividades.»
Las obras de Séneca suscitan siempre polémicas, en cuanto que son consideradas a la vez exponente de su filosofía y de su modo de vida. Pues bien, el tratado Sobre la clemencia es con seguridad aquel en que partidarios y detractores del filósofo encuentran un campo más adecuado para el enfrentamiento. Dedicado a Nerón a comienzos de su reinado, en un momento en que la influencia de Séneca sobre el joven princeps se dejaba todavía sentir, constituye una loa a su personalidad, inadecuada en la opinión de quienes la contemplan como un pretendido retrato y piensan que es posterior al asesinato de Británico, y eficaz por parte de los que la consideran una imagen ideal ofrecida a Nerón para su imitación en un momento en que el emperador todavía admitía orientaciones. Sea como sea, esta obra, uno de los escasos tratados políticos de la época romana, fue altamente apreciada durante la Edad Media y considerada como una especie de «espejo de príncipes», género que tan tenazmente había de arraigar contribuyendo a fijar la imagen del príncipe ideal.