Resulta una paradoja que sea precisamente nuestra sociedad de la comunicación el marco donde las palabras, el discurso diario, se utilizan cada vez con mayor inconsciencia y donde se concede a aquellas cada vez menos valor. Y sin embargo, la forma de expresar un acto o una idea tiene un poder inmenso, casi mágico: las palabras crean imágenes, las imágenes crean ideas y las ideas crean comportamientos, son, asimismo, instrumentos inconscientes de organización, estructuración y categorización del mundo en que vivimos.
En estas agudas y sugerentes páginas, Adelino Cattani hace una defensa tan convincente como amena de la convicción de que siempre importa cómo se dicen las cosas, por graves o insignificantes que sean.
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