Ejecutoria una hidalguía del espíritu
«Bernardo de Claraval honraba más al valioso que al linajudo. En el mito caballeresco por excelencia, el ciclo artúrico, la espada espera clavada en la piedra al que sea capaz de sacarla y alzarla en virtud de su virtud. Un chico de borrosos orígenes que funge de escudero o de sirviente logra extraerla: se llamaba Arturo. Hay una espada para cada persona, lo mismo que cada cual tiene su propio corazón de piedra del que ha de desenvainarla. Saquemos de la piedra que somos la espada que seremos»
Esta obra recibió el I Premio de ensayo Sapientia Cordis, convocado por CEU Ediciones y fallado por un jurado compuesto por Gabriel Albiac, Luis Alberto de Cuenca, Mónica López Barahona, Gregorio Luri y María San Gil.
Comienzo del libro (Ejecutoria una hidalguía del espíritu):
En 1136, en el apogeo de la Edad Media,
durante el máximo vigor de la nobleza de sangre,
san Bernardo de Claraval escribe su Alabanza
de la nueva caballería. Insufla a la institución, cuando
menos falta parecía hacerle, un temple renovado, espiritual,
y para todos. En las páginas que siguen y para
este tiempo más menesteroso, vocearé, encaramándome
a hombros de nuestros mayores, otra llamada universal
a la hidalguía del espíritu. Mi máxima aspiración sería
que Ejecutoria mereciese el delicioso y estirado reproche
que doña Luisa de Padilla hizo al Oráculo manual de
Baltasar de Gracián: «Había vuelto comunes al darlas a la
imprenta unas materias tan elevadas y tan sólo adecuadas
para unos héroes, de manera que en adelante hasta el
más modesto burgués puede tener por escudo cosas que,
debido a su excelencia, sólo estarían bien en unas manos
menos viles».