Está esta historia hecha de retazos de aconteceres, imágenes y sensaciones traídas a la memoria de la autora por aquellas cosas, dioses del hogar, en palabras de Rilke, a las que se da vida, con las que se vive y nos saben.
Como resortes que abren túneles del tiempo le permiten volver a visitar lugares que, perteneciendo al pasado, se transforman en espacios de encuentro para con los muertos, con la niña, la adolescente o la mujer que va dejando atrás.
Siempre había, acuérdate, altares sobre la cómoda.
¿Debería de haber en mi casa un lugar de honor para el único vaso de whisky rescatado de casa de tía y tío que quedó de aquel juego de seis y cubitera de cristal tallado?
El vaso de whisky me trae a la memoria las noches de verano.