Los actores sociales –los ciudadanos, para decirlo menos pomposamente- anclan sus reclamos en el último pedazo de tierra firme que queda y requieren de una autoridad que les reconozca su razón. Los jueces emergen, en este panorama, como un polo nuevo de poder, con enormes implicancias en la vida política y social. Basta hacer una comparación de la agenda noticiosa entre las últimas décadas del siglo pasado y la actualidad para constatar la dimensión de este cambio.
El derecho constitucional se enfrenta a un desafío novedoso: cómo pensar la situación de estos nuevos protagonistas, tradicionalmente intérpretes con recursos escasos para el juego de poder y que ahora afloran como decisores estratégicos. En otras palabras, ¿cómo reinterpretar el lugar institucional, el ámbito y alcance de sus competencias y los modos en que puede controlarse la actividad de los jueves sin desnaturalizar la independencia judicial?
