Gus tiene un don, pero como es generoso, lo comparte. Y así todos salimos ganando, porque los que tenemos la enorme suerte de posar para él nos llevamos con nosotros un pedacito de ese don, y ya es nuestro para siempre. Cuando Gus te tiene delante de su cámara, te mira unos pocos segundos (conozco el gesto, en su cabeza la foto ya está hecha, editada y enmarcada) y ahí (tirando de don, que para algo lo tiene) te explica el “fotón” que vais a hacer y cómo lo vais a hacer. Sin dudas, con simpatía de tahúr bohemio acostumbrado a las masas y firmeza de padre que da a su hijo la mejor pieza de fruta (mano de hierro en guante de seda).
(Extracto del prólogo de Beatriz Rico)