BRAÑUELAS, un pueblecito de corta historia, formado por unas decenas de «brañas» pobladas por gentes sencillas llegadas desde las vecinas poblaciones, para aprovechar los pastos de los verdes valles regados por cristalinas aguas que afloran en sus laderas. Gentes dedicadas a cuidar ganados y labrar las pocas tierras que permitía la geomorfología del lugar.
Nuestro pueblo, cuyo territorio sería elegido para acoger la traza del ferrocarril que uniría la capital de España con las principales capitales gallegas, iba a experimentar una serie de cambios en sus costumbres, labores y relaciones sociales, a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Primero con las obras para la construcción de la línea proyectada y más tarde con el asentamiento de lo que llegó a ser un gran núcleo estratégico y logístico a nivel ferroviario, siendo a su vez, reclamo para la localización de distintas empresas relacionadas con la minería del carbón.
En pocas decenas de años, pasó de ser aquel pueblo dedicado únicamente al sector primario, a participar en las diversas actividades que conllevaban otras industrias y servicios. Su población se incrementó triplicando el espacio urbano original hasta llegados los años 60 del siglo XX, en el que la emigración, el automatismo y modernización de los distintos sectores interrumpió la tendencia del progreso en Brañuelas.
Hoy solo queda el recuerdo para aquellas gentes que contribuyeron con su trabajo, para que durante aquel centenar y medio de años nuestro pueblo fuera una residencia ferroviaria de notable importancia, y tal vez ese recuerdo permita mover la imaginación de nuevos emprendedores capaces de cambiar la pendiente de la tendencia.