El oscuro saber de este Mediodía brota de un hueco, de una ausencia, de la escritura de lo otro, el espejo sin reflejo de al voz civil, la restitución de la persona sobre las tachaduras de los lenguajes de dominio. Signos, huellas de la precariedad del ser sobre la página de la testificación, también sobre el osario de las frases pobres donde todo vestigio humano es un conjuro hacia la (in)alzanzable felicidad humana.
Poesía abierta a la ampliación significativa, táctil en su deseo de roca, resistente ante la erosión incesante que la normatividad del habla trata de imponer a los discursos de imaginación. Esta es la primera realidad constructiva de Víktor Gómez, el desafío del sueño, la alianza con una multitud sin otro pacto que el de la esperanza, la negociación gramática del mal en los territorios del provenir y del encantamiento.