Esta serie de historias, necesariamente autobiográficas, sin emabargo, tienen de protagonista a mis gatos (a los gatos que me han acompañado casi toda mi vida) y se extienden en el tiempo durante muchos años. En estos cuentos auténticos resulta curioso observar la evolución del mundo en el que vivieron esos gatos, no solo en el progreso de la humanidad en sí, si no también en la mejora de ellos mismos. Los amantes de los animales en general, y de los gatos en particular, han pasado de criarlos, por el mero hecho de tenerlos, a saber cuidarlos en su confort y en su salud, y a darse cuenta de la fuente de placer y de felicidad que pueden aportar a sus amos. Los propios gatos han pasado de tener que comer las sobras de la comida humana a tener la seguridad de una dieta con sus piensos granulados y sus patés, y a conocer, aunque no lo sepan, que sus vidas ya no dependen del capricho de uno de sus dueños malvados, sino que están protegidas por leyes que ellos mismos hubieran redactado.
A veces se produce un paralelismo entre la existencia de unas personas y la vida de unos animales. Este ha sido mi caso con alguno de mis hechos particulares y el de alguno de mis gatos. No he podido resistir la tentación de contar aquel al recordar este. Pido perdón por ello, pero, a veces, este dualismo ha sido necesario para que el gato me llevara más lejos: a los confines de mi memoria. Las ilustraciones, como menciono en el texto, son debidas a algunos de los cuadros de pintores de Alicante, amigos míos, y el magníficamente expresivo dibujo de Zaqui y Morita, a mi amiga Pilar Munguía. Este modesto trabajo mío, que ahora presento, ha tenido también el gran honor de contar con un comentario, lleno de inmerecidos elogios a mi escito y a mi persona, en forma de prólogo, que solo podía venir de un corazón tan bondadoso y una mente tan preclara como la de Raúl Mérida, presidente de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas y de la Fundación Raúl Mérida El Arca de Noé (Alicante).