Giner sintió una pasión total por la educación de los jóvenes, y al servicio de la educación de los jóvenes dedicó toda su vida. Para él era una forma de preparar apasionadamente un futuro mejor para España, porque todo lo confiaba al valor regenerador de la educación. Y la educación de los jóvenes exigía, obviamente, el contacto con ellos, el hablar con ellos, el pasear con ellos dialogando, el tenerlos a su lado a la hora de la comida…
Todo ello para sentir lo que ellos sentían y poder comprender sus inquietudes y conocer sus problemas. Mientras estaba con los jóvenes, vivía en su ambiente natural, como los peces viven dentro del agua, se sentía como ellos y esta relación le quitaba años de encima, se sentía joven como ellos, y solo su cabello blanco delataba el paso del tiempo, que nadie puede detener.