1ª Edición, febrero 2016
Editorial Marcial Pons
SINOPSIS
México y España afrontan a comienzos de 2016 retos importantes. En ambos países, el desarrollo económico debe ir acompañado de una mejor distribución del ingreso, de mayor equidad social, de unas relaciones internacionales más equilibradas y de un aumento de la transparencia en el funcionamiento de las instituciones para alcanzar Estados de Derecho dignos de tal nombre.
Los datos indican que México y España ocupan en este comienzo del siglo xxi un lugar estratégico en el escenario occidental atlántico. Los historiadores recordamos, además, que conviene revisar la historia de unas relaciones construidas a través de los siglos, comprobando dónde hubo oportunidades y dónde estrangulamientos, para ser capaces de vislumbrar con mayor libertad sus respectivos futuros.
La historia de las relaciones entre España y México reproduce las complejidades propias de la ruptura entre dos países estrechamente unidos durante varios siglos por profundos vínculos de carácter político, económico, socio-demográfico y cultural, que en algunos casos siguieron perdurando tras la desaparición de los lazos coloniales.
Las relaciones bilaterales se vieron condicionadas, desde un principio, por las dificultades que produjo el proceso de construcción nacional mexicano, las pulsiones intervencionistas de los gobiernos liberales españoles y los problemas provocados por una colonia española que logró supeditar dichas relaciones a la defensa de sus propios intereses durante buena parte de los siglos XIX y XX. Debido a todo ello se fueron alternando periodos de acercamiento con otros de conflictividad e incluso de ruptura.
La escasa entidad de los intercambios económicos durante el siglo xix y la mayor parte del xx fue compensada por unas relaciones culturales fluidas que unieron, desde un principio, a intelectuales y artistas de ambas orillas. La llegada del exilio republicano español sirvió, además, para revitalizar la presencia española en México, pese a la larga interrupción de las relaciones diplomáticas durante el franquismo.
Ello facilitó la progresiva superación de los recelos entre ambos países tras la reanudación de las relaciones en 1977 e inauguró una etapa de creciente cooperación en todos los campos, en la que las relaciones bilaterales pasaron a girar entorno a sólidos vínculos de interés común, basados en el incremento de sus intercambios comerciales y financieros.