Siempre hemos sabido del aspecto purificador de la literatura, de su capacidad catártica, consoladora, curativa, de su poder para mostrar, tras el rostro de la palinodia o de la damnatio, los mecanismos que mantienen a nuestros demonios a buen recaudo, esto es, confinados negro sobre blanco, para que cada vez que así lo deseemos podamos acudir a ellos. Porque conjurar a un demonio, es decir, darle nombre, encerrarlo en el flaco enunciado de una palabra, es una manera, si no de vencerlo, al menos sí de domesticarlo.
Ya desde su título, Afasia se nos impone como una especie de ajuste de cuentas, de bálsamo terapéutico, de báculo para ese enfermo convaleciente que firma con el nombre de Guillermo del Pozo pues casi todo el libro aparece como una disciplinada gramática del corazón o, si se quiere, como una contabilidad de las emociones, gramática y contabilidad referidas en este caso al amor poético por excelencia, al menos dentro de nuestra tradición occidental; esto es, el amor entre hombre y mujer, oculto aquí bajo las múltiples aunque en el fondo unánimes formas que suele adoptar el sujeto amado.
( Ricardo Menéndez Salmón, escritor)