Notas deshilvanadas de una niña que perdió la guerra 2023
Empecé a escribir estos recuerdos de mi niñez en el año 1987 y no sé bien si fue por pudor que los dejé apartados hasta hace aproximadamente cinco años, cuando conté con la ayuda de Alma Ruiz-Senso, Esther Senso Ruiz, María Luisa Fernández y de Juan José Vázquez de Marcos. Lo primero que publiqué fue un artículo sobre mi tía Clotilde García Picossí en el «Ideal» de Granada. Me animaron a seguir escribiendo Teresa Bergamín Arniches, Antonina Rodrigo, Conchita Burman (viuda del escenográfo Sigfrido Burman) quien había vivido en mi ciudad natal, Ricardo Doménech (catedrático de la Escuela de Arte Dramático de Madrid), Vicki Sánchez, Julita López y Maruja López (ex directora de la Escuela de Arte Dramático de Madrid). Poco después, al aparecer mi primer artículo en el «EL PAÍS» gracias a García Posada- sobre La Huerta de San Vicente me impulsaron otros buenos amigos como Valentina Fernández Vargas, quien me regaló un libro con las páginas en blanco para seguir escribiendo y me dijo que era importante que hablara de mi padre. Eva, otra amiga catalana, también me regaló un libro con laspáginas en blanco. Por su parte Julio Rodríguez Luis me escribió desde Norte América diciéndome que sacara a flote recuerdos aunque fueran dolorosos. Colaboraba yo en la sección de prensa de la Fundación Federico García Lorca cuando al entrar en el despacho de mi tía Isabel García Lorca vi que estaba escribiendo sus memorias a mano y leí una que me impactó. Mi tía Isabel me dijo: «Tica escribe sin ánimo de publicar» lo que expresaba su propia postura. Ana Gurruchaga mi cuñada también me ayudó con consejos. María Estrada me ayudó yendo a la Biblioteca Nacional para averiguar si el título estaba ya registrado. Y finalmente «last but not least» doy mi agradecimiento a los doctores Martínez Forde, Jiménez Arriero y al Dr. Rafael Lozano quien me aconsejó que escribiera mis recuerdos «poéticos sin crispación». Agradezco a Carmen Viorreta su muy eficaz colaboración en la revisión final del texto. Muy especialmente doy las gracias a mis hijos Miguel y Claudio, y a mis hermanos Conchita y Manolo por alentarme a escribir este breve libro con recuerdos de una infancia compartida. Pido perdón a quien pueda haber olvidado.