Juan, el mar y los miedos
Un par de adolescentes se conocen desde hace mucho tiempo, ya de niños, aunque solo se ven durante los veranos. De la mano de uno de ellos, Jaime, nos vamos dando cuenta cómo su amistad se va transformando en un afecto al que ni el mismo Jaime se atreve a calificar, pero los demás nos vamos dando cuenta de qué está yendo todo aquello. Ingenuos ellos, confían en que todo les va a ir bien y que podrán desenvolverse con naturalidad, pero con discreción. Pronto son conscientes de que en esa época nada que sea singular o diverso es aceptable; en su entorno, reflejo de una sociedad reprimida y represora, se lo harán ver y sufrir.
A pesar de las dificultades ellos, unos muchachos sensibles y todavía ilusionados pero vulnerables, son persistentes en sus afectos, y no les arredran los miedos. Además, hay otro entorno, la diversidad y la belleza de la naturaleza por la que se desenvuelven, empezando por el mar, que ilumina sus sentidos y aviva su sensibilidad como prolongación y a veces contraste de los avatares de su accidentada relación.
Se trata de una narración intimista, aparentemente no recargada de agobios o truculencias, y que mantiene abierta cierta esperanza para los protagonistas.
Carlos Casabona
CARLOS CASABONA tiene experiencia en la publicación de libros de otro tipo, varios de ellos ensayos, que han merecido premios y distinciones nacionales e internacionales, como el Premio de Ensayo de la Fundación Telefónica. Por motivos de trabajo ha tenido que viajar por muchos países, lo que le ha permitido adquirir y mantener una visión abierta del mundo. Ahora, con esta incursión en el ámbito literario, se inicia como escritor de obras de ficción. Con Juan, el mar y los miedos se adentra en el mundo narrativo con una obra concebida hace ya mucho tiempo. En el curso de su redacción ha podido comprobar cómo las circunstancias, y en ocasiones los personajes, han querido imponerse al autor para marcar unas y otros su propia historia. Él ha tenido que ser concesivo en algún momento, pero ha conseguido mantener la narración en su justo punto, en un tono austero, por lo general desenfadado, aunque en ocasiones también tenso, sin haber podido esquivar situaciones críticas en las que se entrometieron los personajes, probablemente víctimas de su bisoñez. El final de la historia, tan importante en todas las novelas, fue asunto exclusivo del autor, desoyendo así tantos mensajes sutiles que le iban metiendo en la cabeza esos incómodos seres, tal vez ficticios.
