Manía de estar muerto
Hablamos de la vida cotidiana como si existiese paralelamente algún otro tipo de vida. No parece que sea el caso, es decir, que exista una vida no-cotidiana alternativa a la vida diaria. La única alternativa a la vida cotidiana es la no-vida cotidiana, o sea, la muerte cotidiana, como magistralmente muestra La manía de estar muerto. Pese a su juventud, o tal vez gracias a su juventud, Alberto Sepúlveda relata mil y una maneras (bueno, exactamente treinta y dos) en que la vida cotidiana se transforma, sin que sus actores apenas lo noten, en la muerte cotidiana, la muerte de todos los días. Y nos hace ver que la muerte cotidiana no es otra cosa que la sublimación de la vida cotidiana, bajo cualquiera de las dos acepciones académicas del verbo sublimar: elevación a un grado superior y pasaje del estado sólido al gaseoso. La manía de estar muerto es un libro perfecto para perderle el miedo a la muerte… y para que te dé un poco más de susto la vida.
«Estos relatos de Alberto Sepúlveda están repletos de esa cotidianidad que siempre orbita en torno a la muerte. Con una ternura y una sensibilidad brutales, Alberto baja la muerte al reino de los vivos para reírse con ella (nunca de ella) y convertirla en una pequeña pelota a la que dar patadas a la hora de la siesta en el patio trasero de un bloque de extrarradio». (Julia Viejo, autora de En la celda había una luciérnaga)