Psicoanálisis negativo
Todo comienza con un destino de vacaciones en Portugal. La Casa do fim , la casa del fin y del reencuentro con la lectura. Pierre Eyguesier, aferrado a la obra de Theodor Adorno, recorre, día tras día,
su propio camino por las empinadas sendas del psicoanálisis. Caminar o perecer. Esta «deriva» del autor, a la manera de los situacionistas, le lleva a cuestionar la esencia misma del acto analítico. El
psicoanálisis, como le gustaba señalar en su día a Lucien Israél, haciéndose eco de la afirmación de Ferenczi, es una escuela de libertad. El problema es que muchos psicoanalistas no quieren esta
«libertad atroz» (como decía el poeta René Crevel). Prefieren encadenarse a maestros del pensamiento, maestros de la danza, gurús que legislan con «jacques a dit», edictos y otras objeciones. Para
algunos, el psicoanálisis se ha convertido en una correa…
Así pues, Pierre Eyguesier libra una saludable batalla, en primer lugar para sí mismo, para mantener vivas las aristas de una práctica que aún no ha dicho su última palabra y que algunos quieren silenciar,
incluso ahogándola en un torrente de blablabla. Pero su empeño, que no puedo evitar asociar a los comienzos que exploró hace años en su primer libro, basado en investigaciones universitarias, sobre
el descubrimiento de la cocaína por Freud (Comment Freud devint drogman, 1983), se inscribe en una dimensión crítica sin la cual el psicoanálisis quedaría relegado a ser un método de adaptación más.
El psicoanalista, en su función de negativización que, pensándolo bien, forma parte del filo de la palabra y del lenguaje, sólo sobrevive al precio de este sacrificio permanente. Este trabajo de pérdida es
incesante, abriendo un lugar vacío y despejado en el que los pacientes también pueden abrirse camino. Pero no se produce sin una buena dosis de saber y la deconstrucción de ese saber. Saber no saber,
la posición de base del psicoanalista, sólo funciona al precio de este constante desplazamiento e ir más allá. Pierre Eyguesier lo ¡lustra en acción.